La recién aprobada Ley de Bienestar Animal ha levantado diversas reacciones, la mayoría reaccionando en contra de una Ley que no entiende el animal en las zonas rurales y que humaniza a los animales. Entre sus distintos artículos, destaca uno que regula la soledad de las mascotas, en particular, la cantidad de horas que un perro puede quedarse solo en casa. Pero mientras se toma acción legislativa sobre la soledad de un animal, el Gobierno promotor de la norma se olvida de un sector de la población que también sufre de soledad y abandono: las personas mayores y dependientes.
La Ley 7/2023, de 28 de marzo, que entra en vigor el próximo 29 de septiembre, especifica en su artículo 27 que no se debe dejar sin supervisión a un animal de compañía más de tres días seguidos y, en el caso de los perros, no más de 24 horas consecutivas. Sin embargo, a pesar de que esta medida busca proteger el bienestar de los animales y prevenir situaciones de supuesto estrés y ansiedad en ellos, destaca una flagrante contradicción: no existe una legislación específica que cuantifique y limite las horas que un ser humano, como una persona mayor o dependiente, deba pasar solo.
Las estadísticas muestran que muchos ancianos en España viven en soledad y, en muchos casos, en situaciones de vulnerabilidad y abandono. La descomposición de una sociedad que pone en el centro de su atención legislativa la soledad de sus animales pero no la de sus ciudadanos más veteranos y vulnerables es un tema de profunda reflexión y debate.
Los expertos en bienestar animal concuerdan en que dejar a un perro solo más de seis horas al día puede causarles estrés y otros problemas de salud. Sin embargo, ¿qué sucede con las personas mayores que pasan días, incluso semanas, sin recibir una visita, una llamada o algún tipo de interacción social?
Si bien es crucial garantizar el bienestar de los animales, también lo es abogar por una sociedad que no deje en el olvido a quienes más lo necesitan. Las multas por no cumplir con la nueva Ley de Bienestar Animal varían entre los 500 y los 10.000 euros, pero ¿cuál es el precio de la soledad humana?
Mientras la nueva legislación aborda temas como el sacrificio de animales, la esterilización y la prohibición de comercializar ciertos animales, es imperativo que se tomen medidas concretas para abordar la soledad y el abandono que enfrentan muchos ancianos en el país. Cómo trata un país la dignidad de sus ancianos rebela el respeto que se tiene hacia sí mismo.
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Para paliar la soledad de los ancianos el gobierno progresista ha tenido a bien promulgar la ley de eutanasia. Así como para paliar el abandono de las mujeres embarazadas les suministró la ley del aborto. ¿Qué más se puede pedir? Allá se las apañen, que con esto tienen más que suficiente.
Está muy bien que la ley se ocupe del bienestar animal. Garantizar unas buenas condiciones de vida para un perro corresponde a la persona de la cual el perro está cargo, al estado no le cuesta nada, pero el estado debe velar por el bienestar del animal. Nada que objetar.
La pregunta es quién debe garantizar que los ciudadanos vivan en condiciones dignas. Evidentemente, la sociedad civil y, cuando ésta no cumple con sus deberes (cosa que sucede con pavorosa frecuencia), el estado debe intervenir para enderezar estas situaciones torcidas. Pero eso implica asumir una responsabilidad y gastar dinero. La justicia social no es gratis. Llegados a este punto, cuando la «sociedad desvinculada» se desentiende, el estado también mira hacia otro lado y sálvese quien pueda. El resultado es la anomia, el egoísmo más crudo, el desorden y la crueldad. Es esa dirección marchamos.