El alemán Johann Sebastian Bach (1685-1750) fue un prolífico compositor, especialmente de música sacra. Para muchos representa la cumbre de la música en el Barroco. Ocupó el oficio de kantor (componente fundamental de la organización eclesiástica y civil luterana, al que le podían tocar también dirigir celebraciones religiosas) en Leipzig. Dirigía el coro y la música de las celebraciones litúrgicas, enseñaba composición y órgano, etc.
Fue así Director Musices de la ciudad la mitad de su vida laboral, de esta época datan la mayoría de sus cantatas conocidas, tanto originales como adaptaciones de anteriormente compuestas, las pasiones y los diferentes oratorios. Tuvo otras etapas como cuando estuvo en la corte del duque de Köthen, de 1717 a 1723, la más intensa de su vida en lo que a música profana se refiere.
A los 18 años era un virtuoso, extraordinario organista y era llamado, incluso, para hacer informes sobre nuevos órganos. Su incomparable condición de intérprete y compositor para órgano es lo primero que pasa a la posteridad.
“Es un hombre muy de su tiempo. Está envuelto en todas las controversias de su tiempo, y fue muy conflictivo en sí mismo. Sin duda era un hombre difícil. Tuvo problemas con lo que llamamos control de la ira, y a menudo se metió en problemas. Creo que tuvo que ser un infierno tenerlo como padre. Tenemos registros de ejercicios de composición que plantea a su hijo mayor, donde se puede ver la solución de Bach junto a la de su hijo y por supuesto la de Bach siempre es mejor. Imagínese tratando de vivir de acuerdo con eso. Pero en otros aspectos era un típico burgués alemán, que era aficionado a la cerveza y a la pipa. No era un cosmopolita como su amigo Telemann” (Eliot Gardiner).
Es el músico más inteligente de su época, su música –cargada de matemáticas- a pesar de la complejidad técnica transmite humildad… la sencillez de la cercanía a Dios. Así, la complejidad del contrapunto se convierte en un sentido y sencillo diálogo. No sin razón se dice que la construcción de su música es como una catedral de notas que te embarcan en un sentimiento de profunda espiritualidad y belleza. Así, la cantata 147, “Jesús alegría de los hombres” tiene ese ritmo de alegría esperanzada.
Bach es el maestro del contrapunto, la forma de composición más perfecta, además combina los ritmos, la dirección de las voces, etc., de forma magistral. Su obra está unida a su fe, la técnica va de la mano de la espiritualidad sentida. Los salmos por él cantados son rezos que nos llevan a lo celestial; Bach ha logrado hacer música religiosa.
El repertorio de Bach es muy amplio (1.128 obras catalogadas por el momento), aunque algunas se han encontrado, otras se dan por perdidas. A mitad del siglo XX se dijo que fue Mozart quien primero expresa sentimientos, hasta que se descubre Bach y ya se le dio esa prioridad (ahora se ve que Vivaldi ya los expresaba).
OBRAS
Existen obras que son conocidas directamente por su nombre, bien porque son las únicas en ese género concreto (Magnificat), bien por su importancia (Pasión según San Juan). Las hay que son conocidas por el tipo de obra que son (las Suites para violonchelo, las Partitas para violín) y otras con el sobrenombre que se le dieron posteriormente (que es lo que ocurre con los llamados Conciertos de Brandenburgo o lasVariaciones Goldberg). Incluso hay obras que son conocidas por encima de otras del mismo género musical (como La Pasión, refiriéndose ésta a la Pasión según San Mateo y no a la de San Juan, por ejemplo). Hoy por hoy, reconocemos en BWV el número de la obra, dentro de un catálogo temático. Para hacernos una idea, compone un volumen de obras 5 veces mayor que Beethoven.
Otra característica de su obra es que su música se adapta a todo tipo de versiones y con distintos instrumentos, y siempre resulta una pieza mayúscula. Y en el modo de componer sus sonatas instrumentales, con contrapuntos y fugas, podríamos ver el primer concepto de música de cámara moderna.
En la pasión según san Juan, los coros cantan estrofas de gran espiritualidad tomadas de la tradición luterana. La maestría de Bach hará que esas letras preciosas vayan acompañadas de un sentimiento emotivo: “¡Oh gran amor, oh amor sin medida que te ha llevado a este martirio! Yo he vivido entre placeres mundanales y Tú debes sufrir”. En el Aria la compasión alcanza algo sublime: “También yo te seguiré con alegres pasos, y no te dejaré, mi Vida, mi Luz. Dirige mis pasos y no dejes de guiarme, de incitarme, de atraerme”.
En una religiosidad muy centrada en la pecaminosidad, sabe encontrar la luz del consuelo:
“La teología de la época tiene algunos aspectos muy desagradables. En los textos teológicos de aquella época hay mucho acerca del concepto de pecado, con imágenes de carne putrefacta, el pecado como putrefacción del ser humano. Pero Bach no puede prescindir de la teología, tiene que introducirla en el pensamiento del creyente, y el compositor encuentra la manera de ayudar a hacer eso. De alguna manera trae consuelo ante todo ese pensamiento sombrío sobre el pecado. La única cosa que realmente no puede soportar Bach es la hipocresía, y es muy curioso cómo la música se vuelve dura y pétrea cuando el texto habla acerca de la hipocresía” (Eliot Gardiner).
Podemos decir que es el primer músico luterano que cultiva el sentimiento, y precisamente eso le hará el más olvidado de los músicos (decían que era demasiado alegre, que las voces de sus obras eran de ópera…), y en cambio serán esas obras emotivas las más valoradas hoy en día.
Escuchamos en otra aria:
“…Cuando las olas agitadas por la marea de nuestros pecados se retiren aparecerá el más bello arco iris, símbolo de la gracia de Dios”. Y al contemplar la salvación operada por la Cruz, reza: “en mi última agonía no dejes que confíe en nadie sino en ti, que me has salvado. ¡Señor amado! Dame solo lo que tú has merecido, no anhelo nada más)”.
La generosidad emocional de Bach y la energía en el consuelo es lo que Eliot Gardiner destaca:
“Tengo amigos que no son creyentes, pero que han sido calmados por la música de Bach y creo que la razón es que Bach sabía lo que era la tragedia. Quedó huérfano dos veces, perdió a su primera esposa y a diez de sus hijos. Se enfrentó a todo esto con coraje, y creo que es esa combinación de inquebrantable rigor y de maravilloso poder de consolar lo que le hace único” (Bach. Music in The Castle of Heaven).
La emoción embarga el alma de dulzura cuando oímos las palabras “Cuando te encuentres en el instante final te abrazaré y tomaré en mis brazos y en mi regazo”. Algo más tarde, la mezzo dice a Jesús: “Si las lágrimas de mis mejillas no consiguen nada, tomad mi corazón y convertidlo en cáliz de sacrificio con la sangre que fluye de las heridas”. Por eso representó escenográficamente la “Pasión” según san Mateo, y la cantante al pronunciar “mi corazón es como un cáliz” sostiene a Jesús entre sus manos y lo muestra a todos.
Volviendo al Magníficat (Lucas 1,46-55; BWV 243), una de sus grandes obras corales (la de 1733, en re, alegre), no deja de llegarme a las fibras del alma el Aria (soprano I) “Quia respexit”, con timbre de oboe d’amore, donde la humildad une la solemnidad y la sencillez… ahí todo es Evangelio en voces solas y corales, sin recitación ni textos meditativos…
El órgano di legno se encarga siempre del bajo continuo, al que denominaba Bach «el fundamento más seguro de la música», música que tenía «como causa y fin últimos honrar a Dios y recrear el espíritu».
Este genio absoluto de la música barroca, el cantor de Leipzig compone en sus últimos años un monumental tríptico, su testamento artístico: «la ofrenda musical», «el arte de la fuga» y la «misa en si menor.»
La gran misa (La misa en si menor – BWV 232)
La misa en si menor (en latín) está considerada como La gran misa católica (junto con la Misa Solemnis de Beethoven), la cumbre del arte musical en este género. Al igual que La Pasión según san Mateo (en alemán) será la gran obra luterana. Como otros músicos, Bach había compuesto misas incompletas (sólo Kyrie y Gloria), que también interpretan en los oficios luteranos, pero quiere componer el gran reto, una Misa solemnis, propio de un hombre de profunda religiosidad y profundamente ligado a la tradición litúrgica. Será uno de los primeros en hacerlo.
Él, nexo entre pasado y futuro, quiere en la Misa indicar el camino a seguir. Ve que el camino es éste. Dedicará tiempo a ella durante 25 años, aprovechando una Misa incompleta que le encargaron, pero luego seguirá con los otros cantos, componiéndolos, y para ello adaptará otras obras suyas (una de ellas perdida).
Incluso pone en el Credo algo que un luterano no comparte: creo en la «santa iglesia católica, apostólica» (aunque lo hace por un solista, sin coros… como un detalle menos significativo).
Así, de Haydn a Stravinsky muchos compositores quieren también medirse con la tradición que el canon de la misa sintetiza a la perfección. Mozart utilizó la inacabada misa en do menor para llevar al extremo su trágica visión de la existencia. Y Beethoven ilustró en su Misa solemnis aquella visión utópica de la vida y del arte que fue el punto de llegada de su itinerario compositivo.
¿Cómo consigue esos sentimientos de los que hablamos más arriba?: el uso de recursos cromáticos se compagina con silencios que representan el dolor o el llanto (crucifixus, qui tollit peccata mundi) o saltos ascendentes para manifestar alegría (al principio del Gloria por ejemplo).
El si menor es tradicionalmente ligado a la visión trascendente o a la sublimación del dolor, que él compagina con otras notas. Así, en el credo, el passus et sepultus est es un cambio de traspaso y final de sufrimiento y prepara el brillante re mayor del resurrexit.
Como la música es matemática, no es extraña la combinación de los números, pero algún musicólogo observa el sentido simbólico de esos números: como los 53 compases del crucifixus, relacionado con el libro 53 del profeta Isaías, donde está la pasión de Cristo anunciada, lectura que se lee en viernes santo. Este simbolismo impregna toda la obra y su máxima manifestación está en la trascendental presencia del número 3 tan relacionado con la Trinidad, y así las 3 notas del acorde del si menor, corresponden con las tonalidades de las tres secciones del Kyrie (si menor, re mayor, fa sostenido menor: Luca Chiantore).
Mi amigo organista Modest Moreno Morera ha escrito muy bien sobre la composición matemática de su armonía, que tiene también raíces religiosas; ve en Bach la unión entre el músico y el creyente, y me contaba que toda su música, toda, hay que verla desde el prisma de esa dualidad que en él es unicidad. Sin el Evangelio en mano, es difícil entender a Bach, sea una obra con texto o sin él. Las obras puramente instrumentales, y no sólo las de órgano y clavicémbalo siempre integran ese leit-motiv que es la fe bien enraizada.
Bach era un cristiano muy convencido. Si no se entiende así, no se entiende ni puede tocarse bien su música, y mucho menos interpretarla, porque el acercamiento a él siempre sería velado. Y ya bastante críptica y velada es su música. La simbología que contiene es inmensa. Hay especialistas que incluso ven en él la Cábala. Otros lo conectan plenamente con la Edad Media, con la división que Boecio hace de la Música (yo también). En Bach –no sólo en él, pero en él es omnipresente- es necesario ver siempre el microcosmos y el macrocosmos. El alma frente al Universo. Es, ciertamente, Boecio…
En 1845 la Misa se publica entera por primera vez y se cree que el Credo, Hossana, Benedictus, Agnus Dei y Dona Nobis Pacem nunca los escuchó en vida el compositor.
Esta misa tiene «la dimensión espiritual y estética de la obra y su perfecto equilibrio entre virtuosismo, emoción, pureza y elocuencia alcanzan unos niveles de lenguaje musical extremos que la sitúan en la dimensión más elevada y más universal jamás alcanzada por el hombre. Esta obra resume el saber de toda una vida en la que el pasado (stile antico) y el presente (barocco y galante) se combinan para permitirnos entrever el futuro de un lenguaje musical verdaderamente universal y trascendente» (Jordi Savall).
Parodiando el nombre de Bach (“arroyo” en alemán) dijo Beethoven que se tendría que haber llamado «Mar» en lugar de arroyo… y concretamente, esta Misa es «la obra de arte musical más extraordinaria de todos los tiempos y de todos los pueblos», escribió el editor Nágeli al anunciar su publicación en 1818. Opina que es el credo su momento culmen: «ejemplo eterno de cómo alcanzar el más distintivo despertar de la fuerza de la fe mediante la fuerza milagrosa del arte».
Y esta fe, como se ha dicho también, va unida al consuelo. Al pensar esa interpretación, me decía un amigo que quizá por eso le gustaban tanto los llamados “conciertos de Brandemburg”, su tono alegre. Pero son muchas las obras que tocan la fibra, que dan consuelo: la cantata “bajo las estrellas” es un ejemplo de ello (BWV 1068).
Sin duda, esos buenos sentimientos tienen una raíz religiosa, y se consiguen con una empatía que relaciona su fe personal con su obra, y la obra con su vida personal. Se ha dicho que Bach es un hombre sencillamente fiel a su experiencia religiosa . Sus más de veinte hijos, sus logros profesionales serán ocasión de experimentar la cercanía de Dios. Incluso, su segunda esposa recordará cómo el maestro compuso entre lágrimas cierto pasaje de la Pasión según San Mateo en que se narra la muerte de Cristo en la cruz, conmovido. Vive su amor a Jesús, y deja el empleo en alguna corte a cambio de poder escribir música religiosa en Leipzig. La paz y sencillez serán características de sus obras.