Pregunto por los ya más de tres millones de asesinados que llevamos desde que hace 38 años se aprobase en España la primera ley del aborto. Y por los que serán asesinados hoy, esta semana, lo que falta de mes etc., por ellos también pregunto.
Y es que, yo tenía entendido que en esto del aborto no había una persona que perdiese la vida. Tenía entendido que era una interrupción del embarazo. Tenía entendido que en palabras de ciertas mujeres: “mi cuerpo, mi decisión” Tenía entendido que como mucho era un coágulo de sangre o un amasijo de células. En el mejor de los casos, tenía entendido que lo que se abortaba era un feto o embrión al que, por supuesto, no se consideraba un ser humano.
Todo esto me lo habían hecho entender los medios de comunicación en su gran mayoría, los políticos en su gran mayoría y la sociedad en su gran mayoría.
Sin embargo, a raíz de la desgraciada noticia de que “Ayuso ha perdido un bebé”, todo lo que tenía entendido se me tambalea. El bebé de Ayuso tenía 8 semanas con lo cual estaba en una semana legalmente abortable y, por tanto, en la que todo lo que tenía entendido valía como justificación. Pero en aquello que yo tenía entendido, nunca se hablaba de que había que matar a un bebé para realizar el aborto.
Ahora bien, si lo que ahí hay es un bebé, estaremos todos de acuerdo en que cuando se realiza un aborto lo que se está haciendo es matar al bebé ¿no?
Por cierto, curiosamente los que han hecho que se tambalee todo aquello que yo tenía entendido al dar la noticia, el pésame etc. son los mismos que me habían hecho entender todo lo contrario.
Ojalá estos acontecimientos sirviesen para darnos cuenta de la barbarie en la que estamos inmersos en España y en el mundo en general desde hace ya muchas décadas.
Posdata: Ayuso y el padre, tenéis un hijo en el cielo. No dudo que intentará guiar a este mundo por el camino de la vida
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Yo también lo tenía entendido como usted. Bueno, la verdad es que los dos ya sabíamos que es un bebé, pero ahora nos lo confirma, para despejar dudas, el mundillo mediático, ese que celebra el aborto voluntario como un derecho y que esconde las pérdidas en vidas humanas que conlleva como algo íntimo y ajeno a la sociedad.
Todos los medios dan la noticia de que Ayuso pierde a su “bebé” de 8 semanas. En parte alguna se cualifica ni siquiera como “embrión”. Lo cual resulta curioso, porque cuando estos mismos medios dan a final de año la cifra oficial de abortos voluntarios nunca dicen que más de 90.000 mujeres han acudido a los abortorios para que maten a sus bebés de 8, 10, o 14 semanas, sino que han ido a que les interrumpan su embarazo. Isabel Ayuso, por el contrario, no ha sufrido una interrupción involuntaria del embarazo, sino que ha perdido a su bebé.
La explicación de esta absurda e injustificada discrepancia es sencilla: dentro de las 14 primeras semanas de su vida prenatal, un ser humano es tan diminuto que su vida se rige por las leyes de la física cuántica. Es decir: su existencia depende de que alguien lo observe, y quien lo observa influye en la determinación de sus parámetros físicos. Por tanto, si la madre le tiene tanta inquina que no quiere ni verlo, este ser humano no existe, o no pasa de ser un tejido o una pelota de células, con lo cual eliminarlo no es otra cosa que una inocua interrupción del embarazo. En cambio, como en el caso de Isabel Ayuso, si la madre lo ama y desea que viva, y lo ha visto por medio de una ecografía y hasta escuchado el latir de su corazón, entonces resulta que se trata de un bebé, que es el sujeto agente que causa el embarazo.
Parece mentira que a estas alturas del S. XXI todavía sigamos considerando las cualidades de determinados grupos de seres humanos, no por su propia y personal realidad inalienable, sino en función de los intereses de quien los observa, igual que en tiempos de la esclavitud. Parece mentira, pero es así. En este sentido, la hipocresía con que los medios de comunicación han tratado la noticia sobre el aborto de Isabel Ayuso resulta espeluznante, porque han dado entender, sin darse cuenta, que el aborto voluntario es un homicidio con premeditación y alevosía. Entonces la pregunta es: ¿cómo es posible, no solo aceptar y tolerar, sino hasta celebrar y aplaudir tamaña barbaridad?