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El camino sinodal alemán (10): patrimonio y dinero

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El «camino sinodal» se presenta en buena medida como una lucha por el poder. Teniendo en cuenta el poco interés que la asamblea sinodal ha mostrado por temas como la evangelización, la doctrina social de la Iglesia, etc. es lícito preguntarse el porqué de este deseo de trasvase masivo del poder a consejos dominados por laicos.

Aparentemente, los reformistas sinodales buscarían aumentar todo lo posible su influencia institucional para poder asegurar cambios radicales en temas «de género» (celibato sacerdotal, situación de los homosexuales, feminismo) que son los que, junto al del poder mismo, han monopolizado el trabajo de los foros y la  asamblea.

Ahora bien ¿se corresponde esta apariencia con la realidad? ¿Tienen estos temas una importancia tan trascendente? ¿No afectaría el trasvase de poder a otros aspectos de la vida eclesial alemana?

Hay algunos asuntos de inmensa importancia que en el proceso sinodal alemán han sido ignorados y que ningún medio de comunicación ni comentarista, que sepamos, ha mencionado. Aquí intentaremos dilucidarlos.

En esta lucha por el poder no podemos olvidar ciertos complejos problemas que pesan sobre la Iglesia como una espada de Damocles: la vertiginosa disminución del número de fieles y su relación con el control del patrimonio económico de la Iglesia.

Como se sabe, en los últimos años el número de creyentes ha disminuido vertiginosamente en las naciones tradicionalmente católicas de Europa y América. Alemania es tal vez uno de los países donde este fenómeno alcanza unas dimensiones más alarmantes.

Veamos un ejemplo. La archidiócesis de Múnich y Frisinga

La archidiócesis de Múnich y Frisinga, una de las más antiguas, mayores, históricamente más importantes y, en principio, más sólidamente católicas no sólo de Alemania, sino de toda la Europa Central, registra una rápida disminución del número de creyentes y una notable debilitación de su influencia social.

En la década de 1990 en el territorio de esta diócesis el catolicismo (incluso un catolicismo bastante tradicional) era perceptible a simple vista en la vida cotidiana de forma mucho más evidente, por ejemplo, que en la mayoría de las diócesis españolas en la misma época; y ello sin grandes conflictos con una sociedad muy liberal y bastante cosmopolita, pero tolerante y respetuosa al mismo tiempo: por supuesto, estamos hablando del pasado.

Población católica

En la ciudad de Múnich, donde se concentra el grueso (por lo menos el 35%) de los habitantes de la archidiócesis, en 1925 más del 80% de la población era católica. Entre 1994 y 1995 esta cifra había descendido al 50% y en 2011 al 40%. Actualmente la cifra se sitúa alrededor del 25% (unas 375.000 personas). Dado que cada año es mayor el número de personas que abandona la Iglesia, si esta tendencia continúa (y no hay indicios de que vaya a cambiar) dentro de, como máximo, quince años los católicos serán menos de un 10% de la población muniquesa.

Patrimonio económico de la Iglesia alemana

Según datos oficiales, en 2021 la archidiócesis de Múnich y Frisinga poseía un patrimonio de 3.751.111.621,68 € (de los cuales 870.286.102,79 € son activo circulante). En comparación con 2020 este patrimonio había crecido en casi 30.000.000 €. A ello se suman 884.134.303,97 € de ingresos por impuestos eclesiásticos, contribuciones estatales, etc. con los que se cubren los gastos corrientes de la archidiócesis, cuyo balance fue positivo, dando un beneficio de 17.352.589,52 € (en 2020 el beneficio había sido de 32.865.083,16 €).

Si ponemos en relación el cada vez menor número de católicos en la archidiócesis con las dimensiones del patrimonio y de los ingresos de la misma, su crecimiento patrimonial y su superávit anual, nos encontramos con una situación que, dejando de lado el aspecto puramente financiero, puede llegar a ser problemática.

Según estimaciones no oficiales del año 2013, la Iglesia alemana (diócesis y congregaciones religiosas) poseería un patrimonio total de 200.000.000.000 €, incluido el valor de terrenos de una extensión total de 8.250 km², una superficie como la de la provincia de Barcelona y la isla de Ibiza juntas. Aunque estos datos fueran exagerados, el patrimonio de la Iglesia en Alemania sería igualmente muy considerable.

¿Cómo justificar ante la opinión pública la creciente desproporción entre número de fieles y la potencia económica de la Iglesia?

¿Cómo conjugar esta situación con el ideal cristiano de pobreza, tan a menudo subrayado por el actual Papa?

Por otra parte, la administración de estos bienes, así como la extrema complejidad de la vida económica actual exigen que el obispo posea ciertas cualidades y conocimientos empresariales y que dedique mucho tiempo y energía a los asuntos económicos, lo que sin duda tiene un considerable precio en el ámbito pastoral y teológico. Asimismo, esta situación favorece la gravosa burocratización que tantísimo perjudica a la Iglesia alemana.

Extrañamente de estos temas el movimiento sinodal alemán parece no ocuparse. Pero solamente parece. El brevísimo parágrafo 99 del documento titulado «Poder y división de poderes en la Iglesia», que ya hemos comentado en artículos anteriores, está dedicado a este asunto.

Lo transcribimos íntegramente:

«En asuntos financieros el derecho eclesiástico prevé estructuras participativas, en el sentido de la ampliación de la potestad de control por parte de instancias independientes cuyos miembros sean (directa o indirectamente) elegidos por los creyentes, así como en el sentido de la introducción sistemática de criterios éticos y sostenibles en la administración patrimonial.»

El parágrafo es aparentemente inocuo, incluso por su brevedad, pero tiene más substancia de la que se advierte a primera vista.

Es curiosísimo que se exija la participación directa de los laicos en decisiones pastorales e incluso del magisterio eclesiástico, pero cuando se trata de finanzas (un tema eminentemente secular) se admita la posibilidad de una elección «indirecta» por parte de los creyentes. ¿Por qué? ¿Qué son las «instancias independientes»? ¿Comités de «expertos»? ¿Ejercerán de verdad un control directo de las finanzas eclesiásticas? ¿O más bien recurrirán a empresas especializadas, a menudo nada «independientes»?

La vaguedad y la brevedad del texto resultan sorprendentes y no se corresponden con la gravedad de escándalos financieros como, por ejemplo, el acaecido hace pocos años en diócesis como Limburgo, por parte del destituido obispo Tebartz-van Elst.

A la luz de estas circunstancias y del hecho de que controlar el gobierno de las diócesis significa controlar sus ingresos y patrimonio, la insistencia de los sinodales en el tema del «poder en la Iglesia» revela una muy particular faceta de este proceso.

El camino sinodal alemán (9): tensiones
¿Cómo justificar ante la opinión pública la creciente desproporción entre número de fieles y la potencia económica de la Iglesia? Share on X

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