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La 12 aparición del Resucitado: a José de Arimatea

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Continuamos en Pascua, tiempo en que se hace especialmente apropiado meditar y contemplar las apariciones de Jesucristo una vez resucitado. San Ignacio de Loyola, en sus famosos Ejercicios espirituales (EE), recomienda dedicar la cuarta etapa (cuarta semana, cuando se hace el mes de Ejercicios) a contemplar las apariciones.

Para dicha contemplación, sugiere Ignacio ir una por una por las 13 apariciones del Resucitado (cfr. EE 299 a 311). A saber: una hipotética y razonable (aunque no reflejada en la Escritura) aparición a la Virgen, las apariciones de las que da noticia la Escritura, la aparición a San Pablo de la que el apóstol de las gentes da testimonio en la primera carta a los Corintios (15, 8) y una hipotética aparición a José de Arimatea de la que daban noticia las antiguas biografías de santos (EE 310).

Anteriormente he dedicado sendos artículos a dar ideas para la contemplación de las apariciones a Santiago y a San Pablo: uno en estas páginas (La aparición del Resucitado a Santiago – ForumLibertas.com ), y otro en las páginas amigas del extinto Debate de hoy (La aparición del Resucitado a Pablo (eldebate.com).

Voy a dar hoy algunas sobre la aparición a don José de Arimatea:

Sugiere San Ignacio para contemplar las apariciones (219 y ss) considerar primero a Cristo, demandar la alegría que quiero recibir de Él y ver el lugar de la aparición que voy a meditar. Es difícil imaginar en la vida de José de Arimatea otro lugar que no sea Jerusalén. Tal vez en alguna casa, en lugar reservado, tal vez en un rincón del templo, tal vez por los aledaños, paseando hacia el monte de los Olivos….

Sugiere entonces ver imaginativamente las personas y lo que hacen…oír lo que dicen… Será aquí ver imaginativamente a don José y a Jesús. Para esto no podemos dejar de considerar lo que le ha pasado a don José: al hacerse patente que el Señor de Arimatea empleó cien libras de perfume para embalsamar a Jesucristo (privilegio reservado a los sumos sacerdotes: cfr. Jn 19,39); y al saberse que era discípulo suyo, podemos suponer que le echaron del templo y del Sanedrín e incluso que padeció cárcel (como afirma algún evangelio apócrifo). No sabemos si tenía mujer o hijos, aunque cabe pensar que sí, pues era lo más normal y prestigioso entre la élite judía. Pero algunas leyendas medievales dicen que don José evangelizó Francia, a donde llegó acompañado de Marta, María y Lázaro, con quiénes por tanto habría formado una pequeña comunidad o familia accidental.

En todo caso, la relación con Jesucristo debía ser íntima. Hay que pensar que fue José quien recogió y limpió piadosamente el cuerpo del Señor. Otras leyendas medievales sobre el santo grial hablan de que recogió piadosamente la sangre y que la reliquia fue repartida. Sea esto verdad o no, parece seguro que enterró el cuerpo (Mt 27, 57; Mc 15,42; Lc 23,50; Jn 19, 38-42).

El encuentro con Jesucristo tendría por tanto un componente de honda amistad y profundo respeto por ese delicado servicio. Y no menos por haber cargado con la pena impuesta por los judíos por su causa. El evangelio apócrifo citado dice que a Nicodemo y a él les encarcelaron y que por milagro del Señor fue librado Arimatea. Se apunta incluso a que la aparición sería para sacarle de la prisión. Cabe pues imaginar también al Señor irrumpiendo en la prisión donde estuviera don José…

Continúa San Ignacio diciendo que debemos reparar en la Divinidad del Resucitado y pedir conocimiento interno del oficio de consolar que trae Jesucristo. En las demás apariciones, el consuelo es para quienes estaban apenados creyendo que Cristo había muerto. Digamos que eran personas con un hondo dolor afectivo. Pero en el caso de José pareciera que se trata de verdadero dolor aflictivo: no es que sufra porque Cristo sufre y por lo que le quiere, sino que ha sufrido por Él, con Él y en Él. La alegría no sería solo de constatar que había resucitado (en lo que suponemos que ya había creído), sino por reecontrar al amigo por el que se había dejado perder la vida.

Finaliza San Ignacio recomendando un coloquio…Coloquio de amistad y amor en el que tal vez podemos traer a la memoria las penas que hemos pasado con Él, para con Él gozarnos del triunfo y ensanchar el gozo y la esperanza.

NOTA FINAL: en la contemplación que ahora comparto, me ha ayudado mucho este artículo sobre don José: 42. ¿Quién fue José de Arimatea? – Opus Dei

La relación con Jesucristo debía ser íntima. Hay que pensar que fue José quien recogió y limpió piadosamente el cuerpo del Señor Share on X

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