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El camino sinodal alemán (6): nombre y funcionamiento

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En uno de los primeros artículos de esta serie escribíamos que el mismo nombre que se había dado al proceso sinodal alemán era erróneo. A continuación explicaremos por qué.

La palabra «sínodo», en alemán «synode», procede del griego antiguo σύνοδος (sýnodos), un término compuesto a partir de σύν- (sýn-) y de ὁδός (hodós). El prefijo «sýn» puede traducirse como «con» o «a la vez». Lo hallamos en palabras como sinfonía (donde indica la simultaneidad de sonidos producidos por los diversos instrumentos), síntesis, sincronizar y muchísimas otras. El substantivo «hodós» significa «vía, camino». Así pues sýnodos significa originariamente «camino conjunto», es decir: camino que varios siguen juntos.

Por extensión el griego clásico lo emplea para significar «reunión, asamblea». En el griego del cristianismo antiguo la palabra «sýnodos» tiende a recuperar, en sentido figurado, su significado de camino seguido conjuntamente, para acabar asumiendo el sentido de «sínodo» que empleamos actualmente. Por lo tanto hablar de un «camino sinodal» es una redundancia y un sinsentido, es como si dijéramos «camino caminero» o «vía vial».

Esta objeción al erróneo nombre dado al proceso puede parecer quisquillosa, pero en realidad no lo es. El error léxico del que hablamos es muy revelador.

En primer lugar, demuestra una extraña falta de conocimiento del origen de los términos «técnicos» del lenguaje teológico, una incomprensión de su verdadero significado.

Por otra, un desinterés por las tradiciones originarias del cristianismo, por la precisión en la expresión de los conceptos, por el valor de la palabra. En el caso de una religión como la cristiana, todo esto resulta muy problemático, pues las Escrituras, textos formados por palabras, y en especial el Nuevo Testamento, redactado en griego, son la fuente principal del Magisterio de la Iglesia.

Por otra parte, el propio Jesucristo es Palabra, Verbum, Logos. Ciertamente, no se trata de ser esclavo de la letra que mata al espíritu, pero tampoco de menospreciar a la palabra que, con todas sus imperfecciones y limitaciones, es el principal medio del que disponemos para expresar los conceptos teológicos. Ciertamente, si nos nos interesa el significado profundo de lo que es un sínodo, si en él no vemos más que un congreso de hombres con alzacuello, la expresión «camino sinodal» resulta sugerente para la gran masa de legos.

Pero no se trata de rebajar el nivel del lenguaje teológico para que lo entiendan todos, sino de encontrar fórmulas que, sin dejar de ser correctas, sean comprendidas por todos; e incluso, por qué no, se podría intentar elevar el nivel teológico de los fieles, ampliando y mejorando su vocabulario. Pero aquí se ha optado por una solución «populista», aun al precio de caer en la absurdidad.

No es este desliz terminológico el mayor problema en el proceso sinodal alemán, pero sí un síntoma muy revelador de las actitudes que impregnan su espíritu, desde el fundamento hasta la cúspide, en lo secundario como en lo primordial. Como mínimo estamos ante un mal comienzo…

Como no podía ser de otro modo, la estructura y el modo de funcionamiento de este proceso son bastante complicados y no se corresponden con la «transparencia» que proclaman y reclaman a gritos sus promotores.

Empecemos por la estructura.

El órgano principal del «camino sinodal» es su asamblea. De ella forman parte:

I. 69 obispos, es decir todos los miembros de la Conferencia Episcopal.

II. 69 delegados del Comité Central de los Católicos Alemanes.

III. 10 delegados de la Conferencia Alemana de Superiores de Órdenes Religiosas.

IV. 27 delegados (uno por diócesis) de los Consejos Diocesanos de Sacerdotes.

V. 4 delegados de la Comunidad de Trabajo del Diaconado Permanente.

VI. 4 delegados de la Asociación Profesional de Ministros Pastorales.

VII. 4 delegados de la Asociación Profesional de Ministros Parroquiales.

VIII. 3 delegados del Congreso de Facultades de Teología Católica.

XIV. 2 delegados de la Conferencia de Vicarios Generales.

X. 35 personalidades nombradas por el Comité Central de los Católicos Alemanes.

XI. 6 personalidades nombradas por la Conferencia Episcopal Alemana.

XII. 3 delegados de las comunidades espirituales y movimientos eclesiales.

En total 226 personas, aunque deberían ser 230: tres catedráticas de teología y una periodista nombradas por la Conferencia Episcopal han renunciado a causa de sus insalvables disensiones con el «camino sinodal» y por su descontento con la forma de proceder en los foros de trabajo y la asamblea. La heterogeneidad de los participantes es extrema. Hay desde cardenales y catedráticos de teología hasta adolescentes (menores de edad) alumnos de formación profesional…

La presidencia conjunta está formada por los presidentes y vicepresidentes de la Conferencia Episcopal y el Comité Central. Los miembros de la asamblea se reparten en cuatro foros, cada uno de los cuales se ocupa de un tema:

1- Poder y división de poderes en la Iglesia. Participación y colaboración comunes en la tarea de misión. (Adviértase la redundancia producida nuevamente al emplear el adjetivo «comunes»)

2- Existencia sacerdotal hoy.

3- Mujeres en ministerios y cargos en la Iglesia.

4- La vida en relaciones exitosas. Vivir el amor en la sexualidad y en la pareja.

Cada foro trabaja en su tema, se elaboran papeles de trabajo, se pronuncian discursos, se discute, etc. El resultado es un texto que se propone al pleno de la asamblea, donde se discute, se proponen enmiendas, etc. El texto es nuevamente reelaborado en el seno del foro (siguiendo el proceder ya explicado) de donde sale un texto corregido que nuevamente es presentado a la asamblea, donde se repite el procedimiento. Para la aprobación de cada texto definitivo por parte de la asamblea es necasaria una mayoría de dos tercios de los miembros de la Conferencia Episcopal e igualmente de dos tercios del pleno de de la asamblea. El quorum se alcanza pues con 46 obispos y 105 no obispos. El voto es público, no secreto.

Dadas la contundencia de los reformistas más radicales, su condición de grupo relativamente mayoritario, su capacidad para movilizar a los medios de comunicación y, gracias a ellos, su influencia en la opinión pública, estas votaciones a mano alzada han supuesto una forma de presión sobre los indecisos, los moderados y los «opositores». Con toda probabilidad los resultados serían diferentes si el voto fuera secreto.

En particular, buena parte del episcopado pareciera haber votado contra las propias convicciones para «confraternizar» con la mayoría. En ésta militan los miembros menos (o nada) cualificados, como los ya mencionados adolescentes sin un mínimo de teológica, quizá ni siquiera general. Una vez más nos parece estar asistiendo a un proceso comparable a la Revolución Francesa, con un grupo de vanguardia empleando a los proletarios, radicalizados y poco enterados «sans culottes» como medio de presión.

Según el reglamento del «camino sinodal» y conforme al derecho canónico las resoluciones de la asamblea carecen de relevancia jurídica, por lo cual son simplemente propuestas o expresiones de la voluntad de quienes las aprobaron, con la pretensión (de facto discutibilísima, de iure nula) de representar a la mayoría de los católicos residentes en Alemania. Sin embargo, desde el Comité Central y desde otros sectores participantes en la asamblea se elevan voces que reivindican un supuesto carácter vinculante de las resoluciones aprobadas y exigen su aplicación.

Todo ello, así como el contenido mismo de los textos aprobados, ha provocado enormes tensiones y numerosos y enconados enfrentamientos tanto dentro de la asamblea, como en el seno de la Iglesia alemana y, sobre todo, ha llevado a un enfrentamiento con Roma, cuya posición tampoco es clara ni está exenta de grandes contradicciones.

Omitiremos las discusiones y disputas en la asamblea y en los foros. Pasaremos por alto ponencias, discursos, propuestas, contrapropuestas, enmiendas, debates, trifulcas, etc. que se produjeron en los foros y en la asamblea, compilados en un océano de documentos que podría llenar una biblioteca. En estas actas se encuentran desde consideraciones sensatas y altamente interesantes (pocas), hasta terroríficos disparates (demasiados), pasando por tediosas mediocridades (bastantes) y argumentaciones perniciosas (muchas). En ellas hallamos lo más sustancioso, lo más escandaloso y lo más aburrido del «camino sinodal».

Pero las pasaremos por alto y en próximos artículos nos concentraremos en lo verdaderamente relevante: los «fundamentos teológicos» del proceso, recogidos en un «texto de orientación», y las resoluciones aprobadas definitivamente por la asamblea.

La estructura y el modo de funcionamiento de este proceso son bastante complicados y no se corresponden con la transparencia que proclaman y reclaman a gritos sus promotores Share on X

 

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