Interrumpí la secuencia de los tres artículos que pensaba dedicar a este tema, para abordar en mi blog anterior, el anuncio de la II Asamblea Cristiana, que celebramos el 4 de marzo y ahora retomo el hilo de la primera parte sobre esta reflexión, a partir de mi propia, y por tanto, limitada vivencia de los católicos y la política, y en qué medida ha de abandonarse la militancia partidaria.
Quiero apuntar ahora, que hay cuatro problemas fundamentales irresueltos:
Primero. No hay partidos que puedan hacer la tarea de intermediación de una manera sustancial con la concepción cristiana. No se trata de que exhiban solo algunos retazos, o de boquilla, o con una forma de practicarla, muy lejos de toda inspiración cristiana, subrayada la inspiración. Concepción cristiana, entendida aquí como una cultura, una antropología y una moral, más que como una fe, que, como don de Dios, no todos la poseen. Y en política no se trata de reunir solo a las personas de fe, sino a todas aquellas que comparten su alcance en el orden temporal. Porque la cultura, como la ley natural, sí que está al alcance de todos, aunque la cultura dominante se empeñe en todo lo contrario.
Al no existir esta intermediación fiable, el pueblo católico tiene interlocutores ocasionales y muy escasos, pero casi nadie en quien confiar con plenitud. El partido va por delante de la concepción cristiana y pretende siempre imponerse a ella, y claro así no hay mediador, en todo caso, interlocutores ocasionales.
El segundo problema es la radical ausencia de coherencia con su fe de una parte de los católicos que supeditaban a la consigna, a la ideología de partido. El ejemplo es claro. Después de la serie de leyes aprobadas por el gobierno de Sánchez, ¿cómo ahora un católico puede darle su voto, cómo puede militar en el PSOE o UP, o a los partidos de apoyo parlamentario? En todo caso debe razonarlo muy bien y en términos concretos, porque de práctica política hablamos.
Después de la política seguida por el PP de asumir todas las leyes de la época de Zapatero y mercadear como ha hecho con el aborto, ¿cómo se puede ayudar y votar a este partido? ¿Porque es menos malo? Claro, solo se dedica a dar por bueno lo hecho por el gobierno del que dice que es alternativa. Y eso ¿qué resuelve? Nada, solo acentúa todo el mal hecho. Con franqueza, un católico lo tiene muy crudo hoy para militar en el PP asintiendo u otorgando con su silencio, su cambio radical de posición sobre el aborto o su seguidismo oportunista del feminismo dogmático de género.
¿Y VOX? Hay que agradecerle y apoyarle en sus actos concretos en favor de la vida, pero como conjunto está lejos de poder significar una mediación católica. Es más, ni tan siquiera lo pretende porque el partido es un absoluto y no un medio. Quiere votos de los católicos uno a uno, que no es lo mismo.
El tercero problema, muy grave, es el “repelús” -y utilizo este término a propósito- al compromiso político de una parte de los obispos, sacerdotes, y sobre todo y lo que es peor, de los laicos. Algunos grupos o movimientos incluso rechazan el término “política”, sin caer en la cuenta de que al educar en estos términos se apartan de la común doctrina pontificia.
Un artículo reciente de Monseñor Argüello en Alfa y Omega, “La Militancia Cristina”, es un buen ejemplo de lo que sí debería ser la guía pastoral en este campo y que todo laico lo debería enmarcar. Pero si lo refiero es precisamente porque constituye una excepción más que una regla. Abunda un catolicismo que vive en el rechazo pleno a la doctrina social de la Iglesia en lo que se refiere a la política, a pesar de constituir “una alta manifestación de la caridad cristiana”.
Y el cuarto es la fragmentación del pueblo de Dios en una miríada de vocaciones, con escasa voluntad de actuar unidos en las cuestiones determinantes, a pesar de que vivimos bajo una oleada de las leyes y políticas gubernamentales totalmente enloquecidas. Las vocaciones son fundamentales, pero no puede ser una causa para eludir el necesario compromiso con el servicio conjunto al bien común.
Una tarea de los laicos es afrontar y dar respuesta a estos cuatro problemas
Pero hay otros muy grandes y profundos que afectan a toda la sociedad y a nuestras instituciones civiles y políticas y hunden sus raíces muy profundas en la actual cultura hegemónica. Los he venido tratando con un cierto detalle y concreción en mi blog de ForumLibertas, o en el de La Vanguardia Digital, “Tras la Virtud” https://blogs.lavanguardia.com/tras-la-virtud/
No voy a extenderme más ahora en el diagnóstico, pero sí quiero señalar una evidencia en gran medida ignorada. La práctica totalidad de la política que se practica, con valiosas pero pequeñas excepciones, es la antítesis de la concepción católica, de la manera que ésta tiene de entender la vida, que es hoy contracultural, y desde el punto de vista del espacio público se ha convertido en una disidencia en relación a la opinión oficial, la dominante y el poder político, el del estado, y el de la alternativa de oposición. Y los disidentes, si no prosperan terminan quedando reducidos a la nada.
Todo lo opuesto a lo que hicieron los primeros cristianos. Marginales primero, contraculturales y disidentes después
Todo lo opuesto a lo que hicieron los primeros cristianos. Marginales primero, contraculturales y disidentes después, en el seno del Imperio, terminaron siendo reconocidos como alternativa, para finalmente impregnar el gobierno del nuevo comienzo de una sociedad, la romana, que se derrumbó. Según Rodney Stark. pasaron de ser una exigua minoría de unos 1.000 cristianos en el año 40, el 0,0017% de la población imperial, a significar 33,9 millones y el 56,5%. Sea exacto, o no, esta es la razón de su digamos legalización y su paso de “secta”, para el Imperio, a confesión religiosa plenamente aceptada.
Es posible que Constantino en su camino hacia el poder viera la cruz, como señala la tradición, pero lo que es del todo cierto es que vio a los cristianos. No vean en esta referencia histórica la búsqueda de un paralelismo sobre la situación actual. No hay tal; se trata solo de un recordatorio de cuál es nuestra tradición, que no es en ningún caso el de eternizarnos como disidencia. Antes comidos por los leones, y este decir es menos frívolo de lo que parece.
En lugar de ganar al mundo para Dios, dejémonos ganar por el mundo, mandando a la Encarnación al desván de los recuerdos.
La Institución eclesial haría bien en asumir el terrible abandono que representa para ella la falta de atención e impulso para con los laicos, y su compromiso con la realización del bien común, esto es la política. Porque a nivel de institución eclesial el camino paralelo de una disidencia social, cultural y políticamente menguante se llama, en términos sociológicos, secta. La diferencia entre ella y una Iglesia se encuentra en la radicalidad de la diferencia de sus creencias en relación con el grueso de la sociedad. Y este problema subjetivamente tratado, explica esta huida hacia adelante de seglares y religiosos, en el caso de Alemania en tropel, para pegarse a lo mundano. En lugar de ganar al mundo para Dios, dejémonos ganar por el mundo, mandando a la Encarnación al desván de los recuerdos.
Sí la situación es ésta, y los partidos, al menos en España, no nos sirven, me refiero a los que están o pueden estar razonablemente en el Congreso. Si no podemos servir a tales señores del mundo, ¿entonces qué hacer?
La práctica totalidad de la política que se practica, con valiosas pero pequeñas excepciones, es la antítesis de la concepción católica, de la manera que ésta tiene de entender la vida, que es hoy contracultural Share on X