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El camino sinodal alemán (1): un poco de historia

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La Iglesia Católica pasa en estos momentos por su tal vez mayor crisis desde el cisma protestante. Hacía cinco siglos que la Iglesia no conocía momentos de tanta inseguridad, de tanta división, de tanto enfrentamiento, de tanto desconcierto. No se puede afirmar, pero tampoco descartar que la crisis presente sea la mayor que ha sufrido la Iglesia en sus dos mil años de existencia. La propia supervivencia de la Iglesia podría estar amenazada.

No son estos temores ninguna exaeración apocalíptica, sino una posibilidad real. Si no la reconocemos como tal, si no somos capaces de entender lo arriesgado de esta situación, tampoco podremos ponerle remedio. La desesperación nos hace perder la cabeza, las falsas ilusiones nos hacen esconderla en la arena. De lo que se trata es de encontrar un tan difícil como necesario equilibrio.

En el contexto actual el proceso que podríamos denominar de «sinodalización» ha puesto estruendosamente de manifiesto algunos de los males que aquejan y amenazan a la Iglesia.

El mal llamado «camino sinodal» (más adelante explicaremos por qué) es un movimiento de reforma puesto en marcha en Alemania y que, de algún modo, pretende hacer de laboratorio experimental de la reforma sinodal futura en todo el mundo.

Las tensiones exteriorizadas en este proceso, así como buena parte de los argumentos esgrimidos por los sectores enfrentados en él, tienen una larguísima historia que comienza, como muy tarde, en la heterodoxia husita del siglo XIV y llega hasta el presente, pasando por la Reforma protestante, los intentos «separatistas» como el galicanismo francés o el nacionalismo eclesial alemán de Ignaz von Döllinger, el modernismo teológico, la teología de la liberación, etc. Es como si estos conflictos larvados hubieran quedado sin resolver a lo largo de siglos y en el presente aparecieran reactivados con especial virulencia.

Analizar los antecedentes históricos de la actual situación en toda su complejidad y extensión temporal, doctrinal y hasta geográfica exigiría por lo menos un muy grueso volumen y años de investigación por parte de teólogos e historiadores. Aquí nos limitaremos a señalar brevemente una sola de las diversas vertientes centroeuropeas de este litigio doctrinal, importante en cuanto es un antecedente directo de la actual situación.

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Durante el Concilio Vaticano II, entre los incontables peritos que asesoraban a los obispos y cardenales participantes, había dos sacerdotes aún jóvenes y poco conocidos. Uno de ellos era suizo y desde hacía poco titular de una cátedra de teología fundamental. El otro era bávaro y también un bisoño catedrático de teología fundamental y dogmática. Ambos, pese a tener respectivamente 34 y 35 años al inicio del Concilio y aunque en éste participaba todo un ejército de expertísimos teólogos y prelados del más alto rango, ejercieron una notable influencia en las decisiones de esta magna asamblea, por lo que alcanzaron una inesperada fama en círculos eclesiásticos e intelectuales.

Hans Küng y Joseph Ratzinger

En 1967, apenas acabado el Concilio, el suizo convenció al bávaro de que asumiera una cátedra de teología dogmática en Tubinga, donde él mismo era profesor. Aunque amigos e imbuidos del mismo espíritu conciliar de aquellos días, eran dos personalidades muy diferentes. Se cuenta que el suizo, extrovertido y muy seguro de sí mismo, se desplazaba en un coche descapotable, mientras que el bávaro, reflexivo y algo tímido, lo hacía en bicicleta.

La revuelta estudiantil de 1968 sorprendió al bávaro desagradablemente: a su juicio una cosa eran las reformas necesarias en la Iglesia y en la sociedad, y otra muy diferente la radicalización, el desorden y el rumbo amenazador que tomaban los acontecimientos. Así pues, se mudó otra vez de universidad a la más sosegada Ratisbona y empezó a asumir posiciones mucho más cercanas a la tradición que las que había defendido hasta entonces. El suizo, en cambio, se identificó plenamente con la revuelta y su teología pasó de reformista a revolucionaria.

El suizo se llamaba Hans Küng. Al bávaro se lo conoció primero como Joseph Ratzinger y más tarde como Benedicto XVI

La amistad entre ambos profesores no sobrevivió a estas divergencias. El bávaro se convirtió en antagonista del suizo y el suizo en enemigo abierto del bávaro. En las décadas siguientes ambos encabezaron corrientes cada vez más contrapuestas, las cuales llevaron a un enfrentamiento teológico que hoy, más que nunca, sacude a toda la Iglesia. El suizo se llamaba Hans Küng. Al bávaro se lo conoció primero como Joseph Ratzinger y más tarde como Benedicto XVI.

El móvil principal de la teología de Hans Küng era la crítica al estado de la Iglesia y al rumbo que había seguido a lo largo de su historia. En consecuencia, una larga serie de propuestas de reforma radical de la organización eclesial y de los contenidos del magisterio de la Iglesia constituyó el núcleo de su obra y de su quehacer pastoral, investigador, docente y público en general.

Su actitud de «enfant terrible» de la teología católica también le valió numerosas enemistades.

Su modo de presentar sus tesis fue siempre decidido y muy a menudo polémico. Hábil en las relaciones públicas y en poner en evidencia los puntos débiles de sus adversarios, combinando intelectualidad con argumentos morales y seducción con una cierta agresividad, logró que sus propuestas alcanzaran una gran difusión pública más allá de los ámbitos eclesiásticos y académicos, y supo ganarse simpatías y apoyos tanto dentro como fuera de la Iglesia. Su actitud de «enfant terrible» de la teología católica también le valió numerosas enemistades. Nunca quiso doblegarse a las autoridades eclesiásticas, sino que defendió sus posiciones sin hacer ninguna concesión.

Sus libros «La Iglesia» (1968) y sobre todo «¿Infalible? Una pregunta» (1970) contienen tesis que, en Roma, así como en el seno de la Conferencia Episcopal Alemana, fueron consideradas de dudosa ortodoxia, por lo que fue varias veces convocado a dar explicaciones al respecto. Küng se negó a aceptar estas convocatorias e intentó, sin éxito, poner condiciones para su comparecencia. El conflicto se agudizó. En 1979 Hans Küng había publicado ya al menos tres escritos más en los que enfatizaba y desarrollaba con mayor amplitud su disenso del magisterio eclesiástico.

En diciembre de 1979 la tensión entre Küng y Roma era extrema y sus posiciones estaban tan alejadas que Juan Pablo II confirmó la propuesta del prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cardenal Seper, de retirar a Hans Küng el reconocimiento como teólogo católico y, en consecuencia, la autorización para ejercer la docencia como profesor de teología a causa de sus grandes diferencias con la ortodoxia católica.

Hans Küng fue una personalidad pública con enorme presencia en los medios de comunicación internacionales

Küng no se desanimó. Siguió siendo profesor de la Universidad de Tubinga, ahora en calidad de profesor de teología no adscrito a ninguna facultad y de director del Instituto de Investigación Ecuménica. Posteriormente fundó y presidió la Fundación de Ética Mundial. El conflicto con Roma no mermó su influencia ni su popularidad, sino que por el contrario las acrecentó. Desde la segunda mitad de la década de 1970 hasta después del final de la Guerra Fría, Hans Küng fue una personalidad pública con enorme presencia en los medios de comunicación internacionales, tuvo conexiones al más alto nivel y sus ideas estuvieron en el centro de grandes discusiones académicas e intelectuales.

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El tema central de la disputa de Küng con la Iglesia «oficial» era el concepto de infalibilidad del magisterio de ésta.

De hecho, no se trata aquí sólo de la infalibilidad del papa en su sentido propio y más estricto en el ámbito de la moral y el dogma, una infalibilidad que desde su proclamación en el Concilio Vaticano I solamente ha sido aplicada una vez, al definirse en 1954 el dogma de la Asunción de María.

En realidad, lo que Hans Küng en principio pone en duda y más tarde rechaza es algo que, simplificando bastante, podríamos denominar la autoridad «vinculante», con potestad de definir normas de «aplicación obligatoria» para el creyente por parte de la Iglesia y en particular por parte del papa (individualmente) y de éste en comunión con los obispos. Es decir, reglas morales y dogmáticas que despejan ambigüedades y dudas y cuya vigencia es preceptiva para todo católico.

Las tesis de Hans Küng implican la modificación radical del proceder de la Iglesia en su magisterio.

Si el papa y el consenso de los obispos carecen de «infalibilidad» o (traducido a un lenguaje laico y desde el punto de vista pragmático) carecen de competencia para fijar «normas» morales y dogmáticas preceptivas en última instancia, es decir inapelables, se plantea necesariamente la cuestión de quién posee esa «competencia». Incluso podemos preguntarnos si puede y debe existir un magisterio inapelable o no.

Esta negación de la infalibilidad permitió a Hans Küng rechazar preceptos relativos a la anticoncepción y al sacerdocio (celibato y ordenación de mujeres), muy discutidos desde tiempos del Concilio Vaticano II. Incluso llegó a disentir del magisterio católico en temas de gravedad mucho mayor, como el aborto y la eutanasia.

Puede decirse que el rechazo de la infalibilidad del magisterio de la Iglesia es uno de los principales aspectos de la teología de Küng y de su crítica a ciertos aspectos fundamentales de la tradición católica.

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Otra faceta fundamental de su pensamiento es su adaptación libre de «la teoría de los paradigmas de Thomas Kuhn* y su aplicación a la historia de la Iglesia. Según Hans Küng, existirían seis sucesivos paradigmas en la historia del cristianismo:

1- Apocalíptico del cristianismo primitivo.

2- Helenístico de la época patrística.

3- Católico-romano medieval.

4- Protestante.

5- Ilustrado moderno.

6- Ecuménico postmoderno.

De hecho, se trata de una periodización histórica entre otras muchas. Cada uno de estos paradigmas consiste en una visión del mundo y en una manera de entenderlo determinadas por las experiencias históricas y los conocimientos científicos adquiridos, así como por el influjo de los factores sociales, económicos, políticos, culturales, de las ideas filosóficas, etc. imperantes en cada época.

El Concilio Vaticano II significaría un intento, en buena medida frustrado, de asumir la modernidad y superar el «retraso» de la Iglesia.

Pues bien, la Iglesia Católica se habría quedado en gran medida anclada en el paradigma católico-romano medieval. Para subsistir y cumplir su misión debería asumir los paradigmas siguientes, por decirlo de algún modo «quemando etapas» para «ponerse al día». Esta actualización no implica sólo la actualización de saberes, ideas, actitudes, formas, etc., sino también la eliminación de lo que pueda estar en contradicción con estas novedades, es decir, la renuncia a una buena parte de la tradición para hacer lugar a la innovación. El Concilio Vaticano II significaría un intento, en buena medida frustrado, de asumir la modernidad y superar el «retraso» de la Iglesia.

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El libro «Proyecto de una ética mundial» (1990) es la formulación de un tercer pilar del pensamiento de Hans Küng.

Este texto incluye a la vez una apasionada apología y una feroz crítica de las religiones (especialmente agria en relación al catolicismo y con no disimulado rencor hacia el Vaticano). Hans Küng afirma que para que haya paz en el mundo debe haber diálogo y paz entre las religiones y que para ello es necesario que éstas sean capaces de hallar una ética mínima común de validez universal.

Este deber es ineludible en un mundo globalizado como el posterior al fin de la Guerra Fría. Aunque partiendo de fundamentos religiosos y teniendo como fin una ética altamente exigente, Hans Küng tiende a dar un valor absoluto a instituciones históricas humanas, es decir contingentes y perecederas (democracia liberal, declaraciones de derechos humanos, etc.), y a relativizar determinadas doctrinas morales de origen religioso.

Si bien en el libro hay excelentes ideas y propuestas de gran peso moral, abundan las contradicciones que desvirtúan e invalidan sus tesis

En concreto, pone en duda o incluso rechaza el valor normativo de preceptos contenidos en los libros sagrados y en las tradiciones religiosas (y en especial católicas) alegando su obsolescencia histórica y su inadecuación al presente. Si bien en el libro hay excelentes ideas y propuestas de gran peso moral, abundan las contradicciones que desvirtúan e invalidan sus tesis.

El concepto de religión de Küng parece mucho más enraizado en el mundo y en el tiempo que en el cielo y la eternidad. La vertiente trascendente y escatológica de la fe, es decir su sobrenaturalidad, queda totalmente relegada. La función moral y temporal de la religión, que por supuesto jamás debe ser menospreciada, deja de ser un medio para lograr la redención y se convierte en un fin en sí misma. Siguiendo el programa de la Ilustración y de las ideologías posteriores, el centro de sus afanes es la búsqueda de una ética que posibilite más la felicidad en el mundo (asociada a la libertad, la justicia, la paz, etc.) que el camino hacia Dios.

Con el tiempo, muchos de los planteamientos de Hans Küng se han convertido en parte de un discurso casi «oficializado» por una corrección política a cuya constitución el propio Küng contribuyó decisivamente.

Desde luego no se le puede echar toda la culpa de que su proyecto (al margen de las contradicciones y errores que lo empañan) haya sido adulterado y convertido en un sofisma retórico cínico y hueco, en una cortina de humo al servicio de intereses inconfesables. Pero ya en sus comienzos el proyecto de ética mundial adoleció de vicios que auguraban este futuro. Quizá la propia personalidad de Hans Küng esté en el origen de tales problemas.

Pese a manifestar posiciones «progresistas», aparentemente «ecologistas», más o menos «izquierdistas», Hans Küng cultivó estrechas relaciones con medios influyentes de ámbitos ideológicos muy distintos. En su proyecto de ética mundial se refleja modélicamente la evolución del izquierdismo antiautoritario del 68 y del neoliberalismo anglosajón, originariamente enfrentados, pero luego simbiotizados gracias a su común de indiferencia, sino desconfianza y hasta hostilidad hacia instituciones y valores «conservadores», como orden, tradición, estado, familia, religión, jerarquía e incluso estética.

Es característico que, pese a su «sesentayochismo» y a su decidida crítica de los abusos e injusticias sociales, en el prólogo de «Proyecto de ética mundial» Hans Küng tenga palabras de gratitud hacia Klaus Schwab, el fundador del Foro Económico Mundial de Davos, factótum de la globalización y el transhumanismo, y en aquel entonces (1990) y hasta hace poco gran apóstol del capitalismo neoliberal. Küng agradece a Schwab que le haya permitido presentar su proyecto en el citado Foro de Davos, en el que participó más de una vez. Las abundantes contradicciones de Küng y su entorno se manifiestan también en la participación en eventos de su proyecto de gobernantes y políticos influyentes de diversas tendencias, pero en su mayoría poco o nada pacifistas…

El proyecto de ética mundial ha tenido consecuencias prácticas e institucionales, en buena medida gracias a sus estrechos vínculos con los poderes políticos y económicos.

Con apoyos públicos y privados Hans Küng puso en pie toda una red de organizaciones para difundir y realizar su proyecto, fomentando el diálogo entre las religiones, pero también formas de comportamiento que coinciden en buena medida con las promovidas por la alianza liberal-izquierdista global.

Destinatarios prioritarios son por un lado la infancia y la juventud y por otro las élites financieras, académicas, políticas y empresariales.

Las principales organizaciones del proyecto son la Weltethos Stiftung (Fundación Ética Mundial) y el Weltethosinstitut (Instituto de Ética Mundial). Uno de los mayores patrocinadores es la fundación Bosch. De hecho, el presidente de la fundación Weltethos de 2013 a 2022 fue Eberhad Stilz ex-presidente del Tribunal Constitucional del Estado de Baden-Württenberg y también miembro del patronato y del consejo de administración del Fundación Bosch. Ésta, a su vez, es propietaria jurídica del 94% del consorcio internacional del mismo nombre (400.000 trabajadores, 88.000.000.000 € de facturación y 3.700.000.000 € de beneficios en 2022). De este modo se establece un íntimo nexo entre una fundación filantrópico-religiosa y una gigantesca multinacional.

El Weltethos Institut (nombre que en inglés aparece significativamente como «Global» Ethic Institute y no «World» Ethic Institute, como sería de esperar) está integrado en la Universidad de Tubinga como entidad docente e investigadora y goza igualmente del patrocinio de Bosch. Es curioso que, siendo la finalidad de la «ética mundial» el logro de la paz por medio del diálogo, en la página de este Instituto se pueda leer una larga arenga, firmada por uno de sus catedráticos, a favor del apoyo militar a Ucrania y contra toda negociación con Rusia, redactada en un tono y con unos «argumentos» en total contradicción con las supuestas intenciones pacifistas de la «ética mundial»…

*Según Kuhn, en cada período de la historia de la ciencia está vigente un paradigma o sistema de teorías que explica la realidad desde el punto de vista científico. Cuando se demuestra que el paradigma vigente falla, es decir que no se corresponde con la realidad, se produce una crisis. El paradigma es sustituido por otro más satisfactorio (revolución científica), que resuelve los problemas que el anterior no pudo resolver, hasta que la investigación científica descubre la falsedad del nuevo paradigma, que entra en crisis, repitiéndose así el proceso.

Así, la visión geocéntrica del universo de Ptolomeo entró en crisis debido a los descubrimientos de Copérnico, que dio paso a un nuevo paradigma: el de la visión heliocéntrica. Cada paradigma resuelve del mejor modo posible los problemas planteados en la medida en que dispone de unos medios y conocimientos y los emplea. Cuando los medios y conocimientos cambian, debe cambiar necesariamente el paradigma resultante.

El mal llamado camino sinodal es un movimiento de reforma puesto en marcha en Alemania y que, de algún modo, pretende hacer de laboratorio experimental de la reforma sinodal futura en todo el mundo Share on X

 

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