Quienes defienden al papa Francisco, tienden a utilizar un tipo de razones y frases, que en gran medida son, en sí mismas, una crítica negativa desde el punto de vista de la catolicidad, sobre todo porque pretenden su ensalzamiento mediante la contraposición con los papas precedentes, y es evidente que este no es un camino católico.
He aquí unos ejemplos:
1- “Rompió rápidamente con su predecesor más conservador al evitar la ostentación”.
Se refiere a la sustitución de los aposentos papales por la Residencia de Santa Marta, y el cambio en determinados ornamentos papales. Esta visión ahonda en una idea del papado negativa, que consiste en percibir determinados rasgos externos, dónde vive– las habitaciones papales-, cómo viste– los ornamento propios del Pontífice- como muestra de vanidad, o presunción, en lugar de lo que es; de la forma como se ejerce el pontificado. Aquel enfoque, además, ponen un brete a su sucesor, que no tiene por qué compartir el criterio de Francisco de vivir en la residencia de Santa Marta, pero cuando este hecho se eleva a la categoría de cualidad, y no de funcionalidad personal, será fuente de críticas futuras. Esto no es obra de Francisco, evidentemente, pero él si ayuda a configurar esta visión, al no hacer nada para repararla.
2- “Rechazó la estrecha fijación de la iglesia con el aborto y los «pecados sexuales» y, en cambio, enfatizó la compasión, insinuando indulgencia para los católicos divorciados y a la comunidad LGBTQ”.
Este es uno de los motivos de confusión. Para empezar la Iglesia no tiene ninguna obsesión en estas cuestiones, solo hace falta conocer las encíclicas para constatarlo. Es el mundo Occidental el que vive pendiente de ellas, hasta el extremo de haberlas convertido en el eje de sus políticas. El acoger a los católicos divorciados y a las personas homosexuales con amor, no es sinónimo de asumir el divorcio, la homosexualidad, y el matrimonio homosexual, como nuevo imperativo. El último libro de Benedicto XVI publicado después de su muerte, Que cosa es el Cristianismo, señala como la asunción de estas ideologías, como la del género por los estados, “significa al mismo tiempo el abandono de toda antropología cristiana y el consiguiente estilo de vida considerado como pre racional”. La Iglesia está al servicio de esta antropología y no de la corriente principal de la sociedad europea hasta que sea substituida por otra, como siempre ha sucedido en el pasado.
3- “Condenó la codicia y el capitalismo desenfrenado e hizo del ambientalismo un tema clave de su papado”.
Es cierto y es positivo. No comparto las críticas hacia este papado por estas causas. Todo lo contrario, en el debe de Francisco hay que situar, entre otras cuestiones, su “Laudato’ si”, que desarrolla y amplía la posición de la doctrina social sobre ellas, previas a su papado. En relación con la cuestión económica y social, lo que sobre todo ha variado es el lenguaje,- quizás también una cierta insistencia, y una gran atención a la inmigración, que es propio de la forma de proceder de cada papa, pero en sus contenidos, no solo no ha ido más allá de lo que dicen las encíclicas sociales, sino que ha entrado menos en el terreno de las alternativas concretas, como- para citar lo más reciente- es el caso de Benedicto XVI y la economía civil, en Caritas in Veritate
4- Valoran su legado en la medida que ha situado algunas mujeres en posiciones de alto rango en la iglesia,
pero esto ha conllevado no resolver la participación de los laicos, en la vida de la Iglesia, donde más bien se ha producido un cierto retroceso, con la liquidación de su Consejo Pontificio.
5- Ha hecho cambios en la estructura del gobierno de la iglesia del todo necesarios,
pero algunos han sido contradictorios, como en la organización financiera, y otros resultan discutibles, como la sustitución fáctica de la colegialidad cardenalicia, por un reducido número de dignatarios. El resultado es un colegio de cardenales, muy ampliado, que no se conocen lo más mínimo entre ellos, lo que representa un fuerte hándicap en el próximo Conclave.
6- Algunas medias como la adoptada, restringiendo al máximo, prácticamente prohibiendo, la misa tridentina,
argumentando que rompen la unidad, no expresa una acogida especialmente católica y amorosa, para quienes encuentran en esta liturgia su mejor acomodo espiritual, sobre todo cuando, además, quienes lo hacen hoy, son simplemente por razones del paso del tiempo, gente joven. Como apuntaba en mi primera reflexión, existe una asimetría de trato, muy evidente– incluso para un observador, como es mi caso de católico de a pie, sin ningún papel en las estructuras eclesiales- entre la forma tajante con que se abordan personas y prácticas que tienden a conservar, con relación a aquellas de cambio, incluso de mutación eclesial. Encuentro a faltar la aplicación del refrán popular de “o todos moros o todos cristianos”
7- “Ha hecho campaña contra el «clericalismo», o la tendencia de los obispos y sacerdotes a disfrutar de su poder sobre los fieles laicos” y ha presionado por un enfoque más «pastoral».
Conozco sus discursos en este sentido, pero no sé ver, hasta donde me alcanza esta “desclericacion”, y esta mayor acción pastoral. Reiterar una y otra vez aquello de la “Iglesia en salida” y el ir a los márgenes, y a la vez rechazar el proselitismo, yo creo entenderlo, pero lo que constato es que produce confusión. El resultado, hasta donde me alcanza, es que, entre los seguidores de este discurso, poca salida hay más allá de los ámbitos estrictamente eclesiales. No ha habido un impulso claro a participar desde la fe en los debates culturales del mundo, ni en la vida política. En realidad todo sigue dependiendo más del carácter de cada pastor, y del mayor o menor acomodo con lo que se le presenta, que, como consecuencia de un cambio, y esto sucede en gran medida en aquellos que expresan la línea más identificada con Francisco. Solo hace falta observar por donde va el sufrimiento del Pueblo de Dios en España, y constatar el escaso reflejo de este en la práctica y voz de la institución eclesial, para constatarlo.
8- El proceso sinodal como proceso de apertura y escucha al Pueblo de Dios.
Eso tampoco se acaba de entender y tengo la impresión, que no solo no ha significado una escucha equilibrada, sino que está resultando una especie de “leitmotiv” para establecer algo previamente establecido. O al menos esta es mi muy modesta experiencia. La sinodalidad es un procedimiento, y el Sínodo una determinada institución. Establecer el procedimiento referido a sí mismo, genera, una vez más, desorientación, porque en una comunidad global la dispersión temática es inmensa, y una vez más serán unos pocos los que transformarán la dispersión en algo mucho más ajustado. ¿Pero qué quedará fuera y qué dentro?
Para finalizar.
Cuando uno lee el memorándum sobre el próximo Conclave que circula entre los cardenales, y en el que posiblemente intervino el Cardenal Pell, y su inesperado artículo póstumo publicado en Spectator, The Catholic Church must free itself from this ‘toxic nightmare’ | The Spectator, constato que mucho de lo que en ellos se contiene- no todo, ni mucho menos- le resulta familiar a mi conciencia. Expresa, de manera concreta, impresiones que albergo en mi interior, que son las de una persona que vive inmersa en la vida civil, y no sigue de cerca, la interioridad eclesial, de la que solo me llegan los grandes mensajes, los reflejos- que no la realidad- y la práctica de mis pastores. Tengo la convicción de que mucho de lo que se dice en aquellos textos expresa parte de la realidad, y lo ha hecho un cardenal, atento y disciplinado colaborador del Papa, ejemplo en su vida personal de entrega y sacrificio extremo, pero que al mismo tiempo ha mantenido una perspectiva propia para observar la realidad eclesial en sus más altos niveles.
No se puede prescindir de ambos textos con un despectivo, son antipapa.
Dicho todo esto. Finalizo como empecé: El papa es el papa y no se toca. Rechazo toda campaña en contra suya, y reclamo al mismo tiempo una escucha más atenta, por su parte, y por parte de los cardenales más afines, una reflexión sobre estos y otros hechos, que en ningún caso son un juicio al papa- esto sería contra natura católica- y sí un señalamiento de problemas concretos que sufrimos los católicos de a pie al margen de todo “clericalismo” Muchas de estas cosas no nos ayudan, al contrario. En el intento de vivir en el mundo de acuerdo con nuestra fe, ni van bien para orientar a los jóvenes que buscan un asidero fuerte, y claro.
2 Comentarios. Dejar nuevo
Confieso que me produce alergia y fatiga que muchos católicos hayamos adoptado el lenguaje que como quien no quiere la cosa se nos ha ido poniendo en los oídos desde hace muchos años.
Yo no sabría decir, ni me interesa, si San Antonio Abad fue conservador por su retiro en el desierto, si Edith Stein fue progresista porque supo dejar atrás su etapa fenomenológica y entrar en el Carmelo, si preferir la misa en latín hoy es tradicionalista o rompedor, si eliminar del Catecismo la pena de muerte siempre es mejor sin resquicio para la duda que mantenerla en casos sumamente especiales (si surgiera otro Hitler pertrechado de un equipo sólido de cientos de intelectuales – muchos de ellos universitarios, como en 1930– y de un arsenal de doce docenas de hornos crematorios, ya me gustaría ver si más de uno no cambiaría de parecer); no quiero epigrafiar como intolerante a San Pablo, como rígidas las encíclicas que condenaron el modernismo, como feminista a Teresa de Ávila; como beligerantes a Bernardo de Claraval porque organizó órdenes militares o a Juana de Arco porque empuñó la espada, tampoco a los que se defendieron en La Vendée ni a los cristeros (claro que no faltará quien culpabilice a los españoles de tal rebelión por haber ido a México a cristianizar). No se me ocurrirá descalificar a San Bruno por haber instituido una orden tan rigurosa que en toda su historia no ha necesitado cambio; ni al Padre Pio de Pietrelcina porque sus misas duraban más de una hora; ni al obispo que promueve con sus fieles una procesión en rogativa por la lluvia o por el cese de una plaga; no creo que el obispo de la diócesis se manifieste en contra de «la moza de ánimas» que cada atardecer cumple su recorrido –que no es folklore– en La Alberca.
Lo que a mi entender late en el fondo de tal asentamiento lingüístico –y asentimiento– es que o no se conoce bien o no se acepta por algunos el mensaje de Jesús.
Para muchos, progreso es una palabra talismán sin posibilidad de réplica; en cambio el adjetivo conservador se asocia de inmediato a inmovilismo y, en la Iglesia Católica, a tradicionalismo y a desentenderse por un lado de los pobres y de los indefensos, y por otro de los «avances» que va demandando la sociedad para que no quede «anclada en el pasado».
Falta formación, mucha formación; buena parte de las personas que asisten a la misa dominical no encuentran tiempo de crecer en conocimiento de la fe y el evangelio; por eso, las homilías debieran tener espacio para hacer pedagogía con el comentario litúrgico y dejar de ser lo que son a menudo: un conjunto de vaguedades con predominio del buenismo. El otro día leí con cierta tristeza por su verdad clavada: cuando escasea el bien crece el buenismo.
Desconozco que edad tenía Ud. en la década del 60 y 70 del siglo pasado pero para entender este papado es necesario saber de dónde viene. Todo lo que pasa hoy ya estaba en hervor en aquellos años aunque fue frenado por JPII y BXVI pero sin curar la gangrena, se produjo un impasse. Un libro interesante al respecto, bien sistematizado, es Iota Unum de Romano Amerio. El Papa es Francisco, no cabe duda, pero él es quien es también. El impasse ha terminado desde 2013 y volvemos a aquellos años con mucha más fuerza. Saludos