Este año se cumplen 30 años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, el texto fruto del Concilio Vaticano II para ayudar a los cristianos a vivir la fe correctamente bajo las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia en la actualidad.
En el siguiente vídeo, monseñor José Rico Pavés, obispo de Jerez habla de este texto capital en la Iglesia y que fue presentado durante el extraordinario papado de san Juan Pablo II.
Monseñor Rico Pavés repasa la historia de «este instrumento para la transmisión de la fe» del que, según el prelado «seguimos descubriendo su importancia. Precisamente para aquello que fue motivo su publicación: ayudar a la transmisión de la fe».
El obispo de Jerez explica que el texto «analiza las cuatro partes del catecismo como las cuatro partes constitutivas de la vida cristiana: el seguidor de Cristo se distingue por lo que cree, por lo que celebra, por lo que vive y por lo que ora». Y añade: «esas son las cuatro partes del Catecismo, que nos presenta de manera sintética y global aquellos fundamentos que debemos mantener firmes y sólidos para ser verdaderos seguidores de Cristo».
Un texto cuyo proyecto fue «un milagro»
En enero de 1985, el Papa Juan Pablo II convocó una «asamblea general extraordinaria» del Sínodo Mundial de Obispos para debatir los éxitos y fracasos en la aplicación del Concilio Vaticano II en las dos décadas precedentes desde su finalización. Entre los problemas de aquellos tiempos se encontraba el aumento de la confusión pública respecto a la enseñanza de la Iglesia.
Había llegado el momento de elaborar un nuevo catecismo universal que expusiera la doctrina católica a la luz del Vaticano II.
Para ello, se creó una comisión de 12 cardenales presidida por el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, para redactar el texto, con la ayuda de un comité de siete obispos diocesanos. Mirando hacia atrás, muchos años después, el cardenal Ratzinger (Papa Benedicto XVI) calificó de «milagro… que este proyecto tuviera finalmente éxito».
Una razón obvia de su sorpresa fue la gran magnitud del proyecto. Los participantes en el Sínodo habían pedido «un catecismo o compendio de toda la doctrina católica, tanto en lo que se refiere a la fe como a la moral», que sirviera como punto de referencia para los catecismos nacionales. La presentación de la doctrina, dijeron, tenía que ser «bíblica y litúrgica», así como «adecuada a la vida actual de los cristianos».
El texto aprobado se publicó finalmente el 11 de octubre de 1992 –lo que es significativo, el 30º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II– junto con una «constitución apostólica» del entonces Papa Juan Pablo II titulada Fidei Depositum («El depósito de la fe»).