En un libro reciente, cuyo título no merece ser mencionado, se analiza una gran cantidad de fenómenos humanos, y se incluyen también observaciones sobre la religión católica que sorprenden por su lejanía a la verdad.
Así, el autor de ese libro explica que para los creyentes la Biblia habría sido escrita por una deidad y no por los humanos. Basta con leer la constitución Dei Verbum para darse cuenta de lo erróneo de tal afirmación.
Un poco más adelante se indica, como creencia católica, que sería obligatoria una obediencia ciega al Papa puesto que nunca se equivocaría, ni siquiera cuando ordena quemar herejes o manda organizar cruzadas.
¿Qué documento católico afirma que el Papa nunca se equivoca cuando habla de asuntos temporales? Ninguno, y nuestro autor o no lo sabe, o no ha buscado información sobre el tema antes de afrontarlo, o miente de modo descarado.
Unas líneas más adelante, el mismo libro explica que Constantino habría convertido el Imperio romano en un imperio cristiano, cuando en realidad eso no habría ocurrido sino años más tarde, ya en tiempos de Teodosio.
Además, se subraya que los Papas en el pasado, cada vez que había una oposición política, aludían a la famosa “Donación de Constantino” (hoy considerada falsa) para pedir obediencia. ¿De verdad ocurría eso ante cada oposición política?
Afirmaciones como las anteriores, en un autor que, según parece, busca señalar errores del pasado y prejuicios (relatos) que falsearían la realidad, resultan paradójicas, precisamente porque se incurre en aquello que se está criticando: narrar mentiras, o mitos, o relatos equivocados para oponerse a la religión católica.
Cualquier estudioso honesto, antes de formular tesis sobre ideas defendidas por otros y sobre hechos del pasado, dedica tiempo a estudiar documentos, a analizar lo que otros estudiosos serios hayan explicado sobre el tema, a reflexionar bien antes de expresar las propias tesis.
Pero ridiculizar al cristianismo con ideas imprecisas, con afirmaciones falsas, con “datos” sobre un pasado que solo existe en una mente que carece de buenos conocimientos históricos, no ayuda para nada a promover un diálogo sano entre quienes tienen ideas diferentes sobre temas religiosos.
El libro que ofrece afirmaciones como las aquí recogidas muestra un hecho que es mucho más frecuente de lo que imaginamos: la habilidad de poder fabricar tesis y conclusiones con ideas vagas y con prejuicios engañosos, y de presentar las propias ideas con una seguridad que engaña a los que no tienen el conocimiento necesario para descubrir las mentiras recogidas en libros como este.
Lo importante, frente a esta habilidad, es adoptar un sano espíritu crítico, que sepa separar la paja de la verdad, los prejuicios de los hechos, las mentiras de las afirmaciones que cada religión y cada teoría defiendan.
Entonces podremos promover un auténtico diálogo, sobre todo con quienes desean conocer lo que dice y vive, realmente, la Iglesia católica, cuando todavía hoy, después de 2000 años de historia, defiende que Cristo es el Hijo del Padre, nacido de la Virgen María para ofrecer su salvación a todos lo que quieran aceptarlo en la fe.
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Los predicadores anticatólicos, al predicar de la fe católica, no predican errores por ignorancia, sino por malintencionados. Su único propósito es mantener a sus oyentes alejados de la Iglesia.
Por canallas así es por lo que «millones odian lo que equivocadamente creen que es la fe católica», decía Mons. Fulton John Sheen.