De la incredulidad al pánico, pasando por la resignación: las tres fases en la vida de los afganos durante el último año, desde el 15 de agosto de 2021, tras la salida de la OTAN de Afganistán después de una misión de veinte años, tras la huida del presidente Ashraf Ghani, el colapso de las fuerzas armadas, la caída de Kabul, y luego la vuelta del país a manos de los talibanes y la restauración del emirato islámico de Afganistán.
Un año después de las dramáticas escenas vividas en el aeropuerto de la capital, asaltado por miles de personas que intentaban unirse a los occidentales que partían en vuelos organizados por sus gobiernos, nadie puede olvidar la desesperación de quienes se aferraban a las ruedas de los aviones, o los niños lanzados por encima del muro de la valla del aeropuerto a los brazos de los soldados estadounidenses. Ese fue el momento de transición, entre el desconcierto de no poder creer el repentino derrumbe de todo y el pánico de no poder ni siquiera imaginar el futuro.
La memoria de Alberto Cairo
Alberto Cairo estuvo hace un año en Kabul, donde aún se encuentra. Vive en la capital afgana desde 1990 como responsable del programa de Rehabilitación de la Cruz Roja Internacional y como colaborador de la ONG italiana Nove, que se ocupa de las mujeres y delas personas con discapacidad.
“El año pasado aquí realmente se pasó de una gran incredulidad al pánico, que vi día tras día, cuando la gente venía llorando a preguntarme qué pasaría, si los talibanes se comportarían de la misma manera que en la década de 1990. Luego, poco a poco, llegó la resignación, pero no es fácil perder lo que tenías y no saber en absoluto lo que será el mañana”
Carestía y pobreza
El mañana, un año después, es el de la pobreza y la carestía, una crisis humanitaria y una situación económica desastrosa sin precedentes. Además de vivir bajo el oscurantismo talibán. A las pocas semanas de tomar el poder, los talibanes se apresuraron a prometer moderación, mientras que el presidente de Estados Unidos, Biden, reaccionó a las críticas sobre la precipitada retirada de las tropas estadounidenses explicando que la vuelta al poder de los talibanes era consecuencia de la propia rendición de los afganos. Tras un rápido mea culpa por parte de la comunidad internacional, por haber errado en la cuestión afgana, la promesa internacional fue no abandonar el país, que en cambio hoy se enfrenta a un severo aislamiento. Dice también Alberto Cairo:
La situación es desastrosa, la ayuda internacional, que solía llegar directamente al gobierno, y que de alguna manera hacía funcionar la maquinaria pública, ha sido suspendida. Ahora el dinero que llega se canaliza a través de las organizaciones humanitarias internacionales, pero ciertamente no es la misma cantidad.
“La vida se ha vuelto muy cara, la clase media ha desaparecido, muchas personas, que antes estaban empleada en el sector público o privado, ahora están luchando de alguna manera, tratando de hacer cualquier trabajo y viniendo a suplicar: ‘Hago la limpieza, hago cualquier trabajo para sobrevivir’”
El destino de las mujeres
Las organizaciones internacionales denuncian la falta de alimentos y el hambre de millones de niños, de los cuales un millón corre el riesgo de sufrir desnutrición aguda, y luego la grave situación femenina. Las mujeres, y con ellas toda la sociedad civil, han perdido mucho – continúa Alberto Cairo – aunque los talibanes, a diferencia de hace veinte años, se han abierto a algunas concesiones.
Hoy, por ejemplo, no se prohíbe la televisión ni internet, pero todo está sometido a una fuerte censura. Además, los talibanes de hoy, incluso con el cambio generacional, mantienen una ideología básica que quiere excluir a las mujeres de la vida pública, de las escuelas secundarias, de todo.
Los jóvenes de Afganistán, la esperanza del padre Moretti
Lo que acabó con la vida de la misión internacional en Afganistán fue la aplicación del acuerdo de Doha, firmado en 2020 en Qatar entre los talibanes y los Estados Unidos de Donald Trump, que preveía la retirada de las fuerzas armadas estadounidenses del país para el 31 de agosto de 2021.
Para el padre barnabita Giuseppe Moretti – misionero en Afganistán de 1990 al 2015 y desde el 2002 superior de la Missio sui iuris en Kabul – los veinte años archivados el pasado Ferragosto (fiesta italiana de carácter laico) «han dejado una huella, han abierto una ventana a la esperanza, si se observan las manifestaciones organizadas por las mujeres en desafío a los talibanes». La semilla está sembrada: está convencido de que hay que apoyar sobre todo a los jóvenes, a los que han salido del país y estudian en otros lugares, incluso en Italia, así como a los que siguen viviendo en Afganistán, «para que sean los constructores del Afganistán moderno», marcado por «un islam ilustrado, que camine por la senda de la modernidad», explica el clérigo.