Dolor en Nigeria y en el mundo cristiano. La misa de Pentecostés en el país subsahariano dejó un espectáculo dantesco de odio a la fe después de que hombres armados abrieron fuego contra los fieles que rezaban en el interior de la iglesia católica de San Francisco Javier de Owo en el suroeste del país en el estado de Ondo. El resultado, más de 40 personas fallecidas entre las que el número de niños es elevado.
El comando que perpetró el ataque organizado habría usado también explosivos, según las últimas informaciones. La réplica de dolor no se ha dejado esperar y han sido muchas las voces que se han levantado contra este dolor. Numerosas del ámbito católico.
El Papa Francisco ha hecho llegar sus condolencias por lo sucedido, «mientras se aclaran los detalles del incidente». Según informó la Oficina de Prensa de la Santa Sede, «el Papa Francisco reza por las víctimas y por el país, dolorosamente afectado en un momento de celebración, y encomienda a ambos al Señor, para que envíe su Espíritu a consolarlos».
Las autoridades locales, que han facilitado la cifra de 40 muertos, están enfocadas ahora en los supervivientes que, aunque fueron rescatados inmediatamente y trasladados al hospital, corren el riesgo de no sobrevivir dadas sus heridas, teniendo en cuenta también la escasez de servicios sanitarios.
La Iglesia local también se ha manifestado. En un comunicado el padre Augustine Ikwu, director de comunicación de la diócesis, alerta de que el temor es «que haya muchos más muertos, muchos más heridos y que la Iglesia haya sido violada», desmintiendo la noticia que circuló en los primeros minutos del secuestro de algunos fieles, entre ellos el párroco.
«Los sacerdotes están a salvo -prosigue Ikwu- y el obispo de la diócesis también está con ellos en estos momentos difíciles. Precisamente el obispo pide en estos momentos de terror «mantener la calma, respetar la ley y rezar para que vuelva la paz y la normalidad» en la comunidad y en todo el país».
El presidente del país, Muhammadu Buhari, también condenó el atentado en un comunicado emitido por su portavoz, Femi Adesina, Buhari: «Este país», decía la declaración, «nunca se rendirá ante el mal y los malvados, y la oscuridad nunca vencerá a la luz».
Por su parte, los obispos nigerianos, bajo la Conferencia Episcopal de Nigeria pidieron al gobierno a intensificar sus esfuerzos para que el atentado no permanezca impune, ya que consideran que se podría acelerar la caída del país en la anarquía. La seguridad es uno de los retos más problemáticos de Nigeria, el país más populoso de África y con la mayor economía del continente.
«Ningún lugar parece ser de nuevo seguro en nuestro país; ni siquiera el recinto sagrado de una Iglesia», afirmó el presidente de los obispos nigerianos, monseñor Lucius Ugorji.
Por su parte, un comunicado conjunto de los prelados afirma, «Condenamos enérgicamente el derramamiento de sangre inocente en la Casa de Dios. Los criminales responsables de un acto tan sacrílego y bárbaro demuestran su falta de sentido de lo sagrado y del temor de Dios».
Además, denuncian que «Si el gobierno no actúa con decisión acerca de una cuestión tan grave», continúan diciendo, «se corre el riesgo de acelerar la caída del país en la anarquía». Los obispos sostienen que los gobernantes deben asumir la responsabilidad principal de garantizar la vida y los bienes de los ciudadanos: «¡El mundo nos está mirando! Y también Dios nos observa».