Estábamos reunidos en línea unos amigos, colaboradores y compañeros de trabajo de ForumLibertas, y salta uno proponiendo que alguien escriba sobre la sensacional apuesta posmoderna de hacer festivales de cine, de la canción y de lo que se preste “con señoras enseñando el culo”. Y aquí estoy yo, dispuesto a abrirte mi corazón en un artículo que será fuerte, pero comprensivo con esas señoras, porque las pobres hacen lo que les dicen que les reportará dinero y fama, y las muy inocentes, como no creen ni en sí mismas, se siguen entre ellas y se rinden al primer dios que les venden… por aquello de que es más fácil dárselas que ser lo que se da.
Me explicaré. Dárselas es posible para todo aquel que menosprecie al vecino colocándose él o ella en el pedestal de la idolatría contemporánea: el sexo. Dándoselas, es más posible (no digo fácil ni fácilmente soportable) colar gato por liebre. Digo “más posible”, porque seguro no hay nada. Y digo que no es fácil ni fácilmente soportable, porque vender el alma al diablo cuesta un mogollón, pues implica someter tu voluntad a una existencia rastrera, por más lustrada con oro que sea. Lo que pasa es que para una que es más fea que un pecado es más facilón dejarse engañar de que está buenísima que aceptar la realidad tal como es para la mujer en cuestión, frente a una realidad suburbial de la que suelen salir esos retoños tan “deslumbrantes revelaciones” del papel couché.
Ya lo sabemos. Nuestro mundo está basado sobre la mentira. Todo lo que brilla (digamos casi todo) es porque le han dado una pátina en la que han colaborado los mejores profesionales de eso que no se entiende bien, pero suena bien como “la imagen” y “el márketing”, dedicándole miles de horas y millones de dólares americanos. Digo dólares americanos por ser más caros que el euro, y porque los genios de la farándula americanos son los artífices de ese “moderno” “milagro” de convertir una encontradiza en una encontrada… como quien saca de un calabacín una calabaza. Esa mentira está instalada en nuestra sociedad como si esto que nos dicen, hacen y enseñan (aunque solo sea un culo, como dijo mi amigo) fuera lo normal y más deseable del mundo, porque “nos libera” de traumas internos y complejos de inferioridad. El culto al cuerpo no hace más que agudizar y agrandar ese milagro, y además te lo presentan con etiqueta negra y en bandeja de plata, para que el tragar el carde a destajo te sea más chispeante. Nada, que entras vestida y sales con bragas.
Así las cosas, resulta que el que no juega, no participa, porque “él mismo se excluye”, y por eso es tachado de intolerante y rancio, con lo que él mismo se sitúa fuera del tablero de juego y pierde toda posibilidad de vivir (sobre todo económicamente).
Pero toda moneda de cambio tiene su anverso y su reverso, y el reverso es que la culpa de que el patio esté como está es culpa nuestra. De nuestra inactividad, de nuestra pasividad, de nuestra cobardía. La mentira no se instala si la verdad es defendida con la fuerza de lo que es: la Verdad. Es decir, que no hay vuelta de hoja si la página no se pasa. Y el capítulo que estamos acabando (porque aunque te parezca imposible, este show se acaba), ha sido escrito con la sangre de los justos que los cobardes han dejado correr. Toda esa pobre gente están cargados de traumas, complejos y depresiones nihilistas, medicados como el que más, y por eso, porque no tienen al lado nadie que les hable claro -para resumir, de Dios-, se abandonan como se abandonan.
¡Que sí! Que tú -amiga, amigo, padre, madre, profesor, director espiritual…- has hecho dejación de tu obligación, que era darle la mano y cantarle las cuarenta al pobre cuando lo veías caer, y todo porque te era más cómodo. De esta manera, se te han adelantado los corruptos, y han aprovechado tu inacción con los pobres y suplantando tu identidad, y los han educado y formado para menospreciar tu filosofía de vida, que era o es no más que filosofía, porque no la pones en práctica dando vida y amor a tu alrededor.
En esas circunstancias, ¿cómo quieres que se entienda la propuesta cristiana de la virginidad (entendámosla aquí en sentido amplio) por el Reino de Dios? Contracultural suena, pero revolucionaria sonaría si te atrevieras a vivirla. Y así de revolucionario ha sido a lo largo de los siglos el Evangelio del Reino, porque el acomodatismo viene de siglos, y el santo es el que dice basta. Así que deja de quejarte, únete, y vive el Evangelio diciendo “¡basta!”. Contigo el primero.
Los genios de la farándula americanos son los artífices de ese “moderno” “milagro” de convertir una encontradiza en una encontrada… como quien saca de un calabacín una calabaza Share on X