Si introduce en alguno de los buscadores de mayor uso la palabra «pederastia» o «pederastia en España», se encontrará con que, en la mayoría o un mínimo de una tercera parte, aparece una información asociada a la Iglesia, con el agravante de que normalmente ocupan las dos o tres primeras posiciones. Si la búsqueda se hace en imágenes, entre un tercio y todas las que aparecen, las primeras también corresponden a la Iglesia. En definitiva, los motores de búsqueda vinculan directamente la pederastia y la pederastia en España con la Iglesia Católica.
Todo esto es muy grave, porque como mínimo significa dos cosas. La primera que el frame, es decir el marco de referencia que construye la opinión pública, está ya hecho y consolidado, estableciendo un vínculo estrecho entre los católicos y la pederastia. Esto es tan así que, un lector bien intencionado de “Informe a la mayoría. La Iglesia como chivo expiatorio y la ocultación de la pederastia”, me comentaba que la cuestión era que los curas habían dado mal ejemplo, y que esto no podía aceptarse. El dedo del Informe señalaba con claridad la Luna: la Iglesia como chivo expiatorio de la ocultación política de un delito social y masivo, el abuso y la pornografía de menores, pero la opinión dominante hacía que aquella buena persona no centrara su interés en este escándalo, sino en aquello que le repiten hasta la sociedad: los curas, aunque se trate de un hecho sumamente minoritario.
El informe aporta algunos datos básicos en este sentido, que por otra parte son abundantísimos. Por ejemplo y con datos hasta 2010 y desde 1995 se han denunciado en Alemania 210.000 casos de abusos sexuales de algún tipo. De ellos, 94 afectan a personas o instituciones de la Iglesia católica.
Eso supone el 0,045 %. Y señalo este país porque es uno en los que mas dañada ha quedado la Iglesia.
Si nos ceñimos ha España es imposible con los datos oficiales de abuso de menores señalar una responsabilidad significativa de personas vinculadas a Iglesia. Por ejemplo en 2015 la justicia señala, que solo en Cataluña se dieron 195 casos de abusos de menores e incapacitados, 136 en Andalucía 87 en Madrid. Pueden contarse con los dedos de una mano y sobran dedos, los caso que afecten, no ya a sacerdotes y religiosos, sino a personas vinculadas a la Iglesia.
Y así podríamos seguir “inextenso”. ¿Por qué todas estas evidencias no afloran? ¿Por qué la propia institución eclesial no ha publicado un informe a fondo? Lo primero es fácil de contestar: no les interesa porque liquida la coartada del chivo expiatorio. Lo segundo ya se me escapa.
La segunda característica es que esta información permanece para siempre más en la red como una acta notarial. Se moverá en su posicionamiento, más o menos destacado en el buscador, pero quedará aquí para siempre. Realmente han conseguido transformar la iglesia en el chivo expiatorio del pecado social de la pederastia, consiguiendo de esta manera que, el grueso muy mayoritario de los abusos quede a la sombra. A esta situación es evidente que ha contribuido de una manera decisiva la campaña pertinaz y sistemática de El País, que hace más de una década que dura, y que perseguía el objetivo ahora ya alcanzado. Pero hay que decir que ha ayudado la escasa visión de la institución eclesial, que no ha sabido salir del foco, y no ha apelado a la necesaria denuncia profética de un pecado social que también la contaminaba, pero que ni mucho menos ella constituía el grueso del problema.
«Informe a la mayoría. La Iglesia como chivo expiatorio y la ocultación de la pederastia» expresa claramente la voluntad de salir al paso de esta situación, de no aceptarla pasivamente y de explicar con claridad y hechos demostrados, que una cosa es que haya personas de la Iglesia que hayan cometido este tipo de delito, y otra muy diferente es que, con esta excusa, los gobiernos y la atención mediática oculte toda la dimensión del problema, contribuyendo de esta manera a mantener la pederastia como una amenaza social generalizada contra nuestros niños. El gobierno español, los gobiernos autonómicos, no quieren legislar una protección efectiva de la infancia ante los abusos y la pornografía, y para ello nada mejor que ignorar los datos que existen, no profundizar en ellos, no determinar las causas en las que aflorarían un porcentaje desmedidamente alto de abusos cometidos por atracción de menores del mismo sexo masculino, entre otras cuestiones.
Esa es la cuestión de fondo y por la que hay que batallar, y no para exculpar a nadie, sino para todo lo contrario, para poner remedio, sin chivos expiatorios y enmascaramientos a este mal social