Tenemos pendiente analizar la relación entre Verdad y sinodalidad. Para empezar, debemos destacar antes que la primera implica diálogo en los dos sentidos (hacia ella y desde ella), y la segunda es fruto del diálogo, que no se puede dar si no se vive la fraternidad de hermanos hijos de un mismo y único Dios. Pero podemos preguntarnos: ¿Es la sinodalidad un invento del Papa Francisco, puesto que habla tanto de ella? ¿Está justificado el revuelo que ha generado tanto en el seno de la Iglesia como en el mundo entero globalizado, con su propuesta de sinodalizar Iglesia y mundo (y el mundo desde la Iglesia)? Veamos.
La palabra “sínodo” proviene del término griego syn-odos, que significa “caminar juntos”. Pero no queda ahí, sino que tenemos otros términos que provienen de la misma raíz, como sinagôgê, de donde proviene “sinagoga”, que en griego indicaba “lugar de reunión”. Sucede algo parecido con otros términos similares, como ecclesía, que indicaba “asamblea”, como extensión léxica desde la principal asamblea de la democracia ateniense en la Grecia clásica, de donde deriva el término “iglesia”. Son conceptos que adoptaba la Iglesia del paganismo tras la guía de Jesús. Por tanto, ¿ves cómo la Iglesia se inculturizaba para facilitar y mostrar el cambio de lo humano en divino?
Si ya existía sinodalidad en el mundo anterior a la Iglesia instituida por Jesucristo, no es extraño ni invento que el Papa Francisco proponga adoptarlo en el mundo extraeclesial contemporáneo. Aclaremos que no es extraño, pero sí revolucionaria la propuesta papal, más, si tenemos en cuenta la pérdida de sensibilidad dialogal que sufrimos, pues parece que el diálogo haya sido desterrado de nuestro universo social, y hasta familiar.
Podríamos preguntarnos, pues, si la fraternidad significa aún algo para nuestra participación solidaria social, familiar y hasta esponsal. Si reconocemos esta clamorosa carencia nuestra, comprenderemos la gran lacra que representa para la Iglesia y para el mundo la ruptura de matrimonios y los asesinatos (porque son asesinatos) que incluso llegan a justificarse a sí mismos muchos de los asesinos de su propia pareja.
¡Qué mundo el nuestro! ¡Está todo por hacer! ¿Tenemos futuro? ¡Claro que sí! Tomemos por ejemplo lo que representa en nuestros días la evolución de roles en las relaciones de pareja hombre-mujer, ya mucho más paritarias, y cómo puede ser usada la sinodalidad para una relación y participación familiar, social y eclesial más justa y más humana… ¡y más divina! Eso, partiendo precisamente del amor de los esposos para hacer crecer el mundo desde su propio amor, transmitido de padres a hijos como expresión del Amor de Dios. Sin embargo, como ese amor hoy suele brillar –como podemos comprobar- por su ausencia, el mundo se nos aparece que desaparece de nuestras coordenadas, centrados como vamos “a la nuestra”.
Como afirma el Papa, “en la dinámica de un sínodo, las diferencias se expresan y se pulen hasta alcanzar una armonía que no necesita cancelar los bemoles de las diferencias. […] La armonía que resulta puede ser compleja, rica e inesperada. […] Este enfoque sinodal es algo que nuestro mundo hoy necesita urgentemente. […] Hacen falta procesos que permitan que las diferencias se expresen, se escuchen y maduren para así poder caminar juntos sin necesidad de aniquilar a nadie” (Papa Francisco. Soñemos juntos. Ed. Plaza y Janés Penguin Random House. Barcelona, 2020).
Ya compruebas, ahora, el sentido y el alcance de la aportación que promueve el Papa Francisco para que nuestro mundo crezca y no se aniquile dándonos golpes de mazo unos a otros. Solo será posible con tu propia aportación, y ya ves que para ello no necesitas por qué ser ni miembro de la Iglesia ni ser etiquetado como católico. ¡Bienvenido seas a la revolución sinodal!
Del Papa Francisco a un mundo sinodal (I)
Hacen falta procesos que permitan que las diferencias se expresen, se escuchen y maduren para así poder caminar juntos sin necesidad de aniquilar a nadie Share on X