Cometo un fallo cuando voy a misa dominical, para no llenarme de papeles en mis manos, o depositarlos en el suelo o en el banco… No cojo un ejemplar de la hoja dominical cuando accedo al templo. A veces al salir, si todavía quedan, cojo un ejemplar para leer en casa las informaciones que contiene. Siempre figuran de modo destacado las lecturas propias del domingo en cuestión.
En general el nivel de calidad lectora ante el micrófono de quienes acceden a este ministerio laical del lectorado es algo pobre. Puede más el espíritu de voluntariado que el espíritu de calidad en lo que se hace. Para ser lector no solo hay que dominar el arte de leer bien en voz alta, sino también el del manejarse bien con el micro, botón de encendido y apagado incluido. De ahí que seguir la lectura escrita con la vista mientras el lector lee ayuda mucho. En algunas parroquias hay cursillos de lectorado para lectores habituales.
No siempre quienes acceden a leer la Palabra de Dios escrita en misa se preparan unos minutos antes, accediendo al ambón para leer en silencio la lectura correspondiente, aunque sean lectores homologados y experimentados. Hay algunas lecturas del Antiguo Testamento algo complicadas con palabras y frases que no sabes muy bien como cogerlas. Es un ministerio que practico cada vez que se me pide. Hay que entonar bien, con voz clara, sin correr, pensando que aquello que leo debe ser entendido por todo fiel que atienda en el templo.
Al término de la primera lectura (casi siempre del Antiguo Testamento) y al término de la segunda lectura (siempre del Nuevo Testamento) el lector, con paradiña previa para advertencia de todo fiel, proclama: Palabra de Dios. Sin decir previamente Es. El pueblo congregado responde Te alabamos Señor. Este es me pone malo cada que vez que lectores de ambos sexos lo expresan. ¡Una cosa es leer en voz alta con proclamación final y otra muy distinta referir en voz alta que esto que acabo de leer es palabra de Dios! ¿Dónde están las expresiones litúrgicas proclamando Palabra de Dios de los lectores relatores voluntarios de la Palabra de Dios?
¡La lectura del Evangelio siempre a cargo del ministro sea el sacerdote celebrante, concelebrante o el diácono también celebrante revestido de diácono! Para diferenciarlos va muy bien fijarse en el modo de colocación de la estola. Colgando a lado y lado es el sacerdote. Cruzada por delante es el diácono. La casulla la lleva solo el sacerdote. Hay casullas raras modernas que parecen albas (la vestidura blanca que va debajo). Va muy bien fijarse en el modo de llevar la estola para saber quién es el sacerdote. Esto, en misas concelebradas o con mucho personal de altar, permite diferenciar entre sacerdotes y diáconos, entre ellos y con el resto de personal de altar revestido.
El sacerdote ministro celebrante proclama Palabra de Dios después de su lectura del Evangelio. Nunca dice “es Palabra de Dios”. El pueblo congregado responde Gloria a Ti Señor. La proclamación de la lectura del Evangelio se atiende en posición vertical todos los fieles puestos en pie.
A continuación, viene la homilía a cargo del sacerdote celebrante o del diácono. Es obligatoria los domingos y festivos de precepto. Si está bien preparada es corta y precisa. Deberían centrarse todas en sólo tres ideas, pues es lo máximo que todos podemos recordar al salir del templo. Esto de las tres ideas retenibles es el abecé en toda comunicación comercial para vender algo. Difícilmente retenemos todos más de tres ideas en toda comunicación.
A veces, yo al menos, hay que hacer esfuerzos de atención para atender el rollo del sermón. ¡Una cosa es un sermón y otra una homilía! En estos casos de rollos sermonísticos que se las dan de homiléticos vas deseando que se acabe el rollo, procurando no entrar en juicios de valor hacia ningún ministro. Por mi parte les sigo refiriendo el acertado link https://misas.org/documentos/ordinario