Aunque parezca una frase hecha que se ha pronunciado en todas las generaciones, el mundo parece que se ha vuelto loco, y todo apunta a que nos acercamos a tiempos convulsos, ya sea en política internacional, en políticas nacionales, y sobre todo y a nivel mundial, en antropología.
Los intentos de redefinir al hombre, a la persona, al margen de toda lógica y racionalidad, ¿a qué obedecen?, ¿quién los guía?, ¿qué objetivos pretenden en última instancia?
No creo que exista una respuesta exacta o sencilla. Son distintos movimientos que convergen en el momento en que nos encontramos. Parece que Joseph Ratzinger sí lo tenía claro en su raíz, y sus palabras nos iluminan:
“Aquí no se habla del pasado. Todos nosotros sabemos hasta qué punto Cristo es hoy signo de una contradicción que, en último análisis, apunta a Dios mismo. Dios es considerado una y otra vez como el límite de nuestra libertad, un límite que se ha de abatir para que el hombre pueda ser totalmente él mismo. Dios, con su verdad, se opone a la multiforme mentira del hombre, a su egoísmo y a su soberbia”. (Texto extraído del libro “La infancia de Jesús”, de Benedicto XIV).
Ante esta realidad, ¿qué hacer?
La respuesta es clara, y es del mismo Jesucristo: “La verdad os hará libres”. Hay que explicar una y otra vez cual es la verdad del hombre y de la creación, intentar acercar a las personas al amor eterno e insondable de Dios, única posibilidad de ser realmente libres y, por tanto, felices.
Parece que Joseph Ratzinger sí lo tenía claro en su raíz, y sus palabras nos iluminan Share on X