Aunque sería más preciso que me refiriera al Papa y la cultura dominante en la sociedad occidental, que no es, ni mucho menos, la de la totalidad del globo, pero si aquella en la vivimos inmersos.
De una manera sistemática se celebra a Francisco por considerar que se encuentra mucho más próximo a los valores y concepciones que imperan sobre todo en Europa y Estados Unidos. Y se considera que éste es el buen camino que debe seguir la Iglesia para salir de su declive en Occidente. Planteado en estos términos, hay que decir que en todo esto hay una simplificación excesiva, en el mejor de los casos, o la voluntad de arrimar el ascua a la propia Sardina. Porque el Papa es, como todos los que le han precedido y antes que nada, Papa, y no un apéndice del mundo. Basta con situar dos elementos emblemáticos absolutamente antagónicos con la cultura dominante para constatarlo: el diablo y el aborto.
Quizás no habrán reparado en ello, pero Francisco es uno de los Papas post conciliares que más veces se ha referido a aquella figura personal del mal con mayúsculas en sus predicaciones. Por otra parte, y sobre el aborto, se ha referido a él en términos durísimos y en reiteradas ocasiones. La última con ocasión del vuelo de regreso desde Eslovaquia a Roma el pasado mes de septiembre, cuando declaró a los periodistas que le acompañaban: «el aborto es un homicidio» y quien practica un aborto es un «sicario» que «mata». Mas lejos del mundanal ruido que estas dos concepciones, resulta imposible situarse.
Pero es que además, pretender que lo que va a salvar a la Iglesia es la concepción que ahora domina culturalmente en buena parte de Europa, y de una manera muy notable en España, es un absurdo sencillamente descomunal.
Muchas de las personas que, de una manera u otra, mantienen esta tesis de imitar al mundo occidental de ahora como vía de superar las dificultades eclesiales, son al mismo tiempo quienes más critican el conjunto de crisis acumuladas que esta misma sociedad desvinculada genera, y no resuelve, desde violencias sexuales de todo tipo al crecimiento desmesurado de adicciones y dependencias, del crecimiento de desigualdad y pobreza, a fracasos acumulados en como abordar las migraciones, el cambio climático, la destrucción de lo creado, la ruptura de la solidaridad generacional, la emergencia educativa, el predominio de la cultura basura, la infelicidad en las inestables y cambiantes relaciones de pareja, el hundimiento demográfico y la progresiva conversión de Europa -y España de manera destacada- en un gran geriátrico. La lista es larga e incompleta. Y la cultura, los poderes políticos y mediáticos que han hecho posible este desorden, a pesar de un dominio extraordinario sobre la ciencia y la técnica ¿van a ser los maestros de esta otra sociedad que es la Iglesia?
La Sociedad Desvincula empezó a forjarse en Occidente a medianos del siglo XX y ha eclosionado en el actual, aunque como sucede con todo escenario histórico, puedan rastrearse más atrás, la Ilustración, la modernidad, parte de sus componentes. Pero su actual configuración tiene poco más de medio siglo. La Iglesia tiene más de 2000 años de experiencia, y siempre se ha renovado a partir de la fidelidad a sus acuerdos fundamentales. Siempre ha sido capaz de superar sus propios pecados, que son muchos, porque está habitada por seres humanos que son sus portadores, pero que posee la gracia de superarlos. Porque puede perder en un momento dado su eje -¿quién recuerda el periodo en el que llegaron a existir tres papas enfrentados?- pero siempre lo recupera porque funciona el tensor Cristiano del Espíritu Santo, que impulsa el buen horizonte de sentido, que no nace de la reflexión humana, sino que como muestran las Bienaventuranzas y el Sermón de la Montaña, surge de la visión de Dios sobre el mundo, que en muchos aspectos poco tiene que ver con las aspiraciones mundanas. ¿A qué mundanidad le cabe en la cabeza que sean bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es, nada menos, que el Reino de Dios?
Muchas de las personas que, de una manera u otra, mantienen esta tesis de imitar al mundo occidental de ahora como vía de superar las dificultades eclesiales, son al mismo tiempo quienes más critican el conjunto de crisis acumuladas Share on X
5 Comentarios. Dejar nuevo
La iglesia es, por esencia, misionera, y, aunque «quisiera», no podría dejar de serlo…
Ya tenemos una iglesia «accidentada» en los múltiples dramas personales y familiares de todo tipo que viven muchos fieles por su fidelidad a su compromiso bautismal (en otros continentes ya hay persecución violenta)
Es verdad que el Papa habla en contra del aborto. Se ha publicado una noticia de que para elaborar las mal llamadas «vacunas» covid han matado/abortado más de 100 niños. Además de haber extraído células de fetos vivos sin anestesia con el dolor que ello conlleva. Bien, no se han puesto las vacunas la alta jerarquía vaticana? Si se confirma esta noticia, se pondrán la tercera.?
Podría ser como usted dice. La acción del mal está en su culmen, o falta muy poco.
Ya se publicó una nota vaticana sobre la licitud o no de ponerse esas vacunas. Y, por cierto, se hizo acudiendo a los principios clásicos de la moral católica tradicional que desde el principio ha sabido distinguir las diversas responsabilidades morales en un asunto turbio como este. Ni la manga ancha ni la manga estrecha, en sus extremos, son compatibles con la genuina moral católica (la que ha sido defendida desde hace muchos siglos por autores de diversas tendencias teológicas o espirituales). Acusar a la jerarquía vaticana de haber hecho mal poniéndose las vacunas supone un poco de ignorancia sobre esta cuestión. No quiero pensar que se trate de algo malicioso (en los acusadores, claro).
No soy médico, ni político ni pedagogo. Solo se que varias de mis compañeras de trabajo consideran a sus hijos como el mejor acontecimiento de su vida. Añaden ; » Al que seatreva a hacerles daño lo mato.»