Europa está “enferma de cansancio”. Es el demoledor análisis que ha hecho estos últimos días el Papa acerca del Viejo Continente.
Europa, dicho de otro modo, lo tiene todo, y sin embargo ha perdido lo más básico, las ganas de vivir, “el hambre y la sed de Dios”. No es un diagnóstico para “el desaliento y la resignación”, les decía el Pontífice a los representantes de los episcopados europeos que conmemoraban el 50 aniversario de la CCEE.
Pero sí debe haber una reflexión sobre la misión de la Iglesia, y plantearse qué hacer para mostrar “al Buen Pastor”. El problema, a juicio de Francisco, es que, “más que irradiar la alegría contagiosa del Evangelio”, muchas veces los cristianos “vuelven a proponer esquemas religiosos desgastados, intelectualistas y moralistas”.
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El problema de la Iglesia es el papa