La opinión mayoritaria en Bruselas es que a la Unión Europea le espera un otoño complicado, después de un mes de agosto tormentoso debido a la precipitada retirada occidental de Afganistán y la recaída de este país en manos de los talibanes.
Cuatro cuestiones calientes se encuentran actualmente sobre la mesa de los despachos de la capital comunitaria.
La primera es la repercusión de la derrota afgana que, una vez más, ha mostrado las carencias militares de la UE. La segunda es cómo acabar de superar una pandemia que no cesa, sino que se transforma a través de las nuevas variantes del famoso coronavirus. La tercera cuestión es cómo conseguir que estados miembros de la UE -como Polonia, Hungría y otros- rectifiquen sus caminos de construcción de «democracias iliberales» y terminen aceptando plenamente los valores de la UE. Y la cuarta consiste en las posibles repercusiones del final de la era Merkel, que comienza después de las elecciones generales alemanas celebradas el pasado 26 de septiembre.
Dos décadas después de vivir la vergüenza de que fueran finalmente los Estados Unidos, y no Europa, los encargados de sacar las castañas del fuego en la guerra yugoslava, otra derrota, ahora en Afganistán, ha vuelto a mostrar los fallos de la política exterior y de seguridad de la Unión Europea y, en general, de sus capacidades de actuación como actor global. Las lamentaciones y las reflexiones hierven a consecuencia de la caótica salida de las fuerzas occidentales de Afganistán, en la que los gobiernos europeos han vuelto a encontrarse dependientes de Washington para garantizar su propia seguridad.
Los ministros de defensa europeos se reunieron a principios de septiembre en Eslovenia -país que preside la UE durante el segundo semestre de este año- con la idea de «sacar lecciones» de lo ocurrido en Afganistán. Josep Borrell ha participado en la reunión a título de Alto Representante de la UE en materia de Asuntos Exteriores y Seguridad. Ha aprovechado la ocasión para declarar solemnemente que «a veces se producen acontecimientos que son un catalizador de la historia, que le dan un empujón; creo que los hechos de este verano en Afganistán es uno de estos casos». También ha dicho que «Joe Biden es el tercer presidente de Estados Unidos que advierte a los europeos que se están retirando de la escena internacional» y que «debemos pensar que el paraguas de seguridad estadounidense puede tener los días contados». A los ministros de defensa se han añadido posteriormente los de asuntos exteriores de los países de la UE, que han tratado sobre «la amarga experiencia de Afganistán». Borrell les ha advertido que «si no queremos ser dependientes de las elecciones que toman otros, aunque sean nuestros amigos y aliados, debemos desarrollar nuestras propias capacidades». Ha propuesto en este sentido «la creación de una fuerza de acción rápida dotada de unos 5.000 efectivos y capaz de actuar en misiones como asegurar un aeropuerto o apuntalar un proceso de paz».
Ambas reuniones ministeriales tuvieron lugar en el castillo de Brdo, situado en medio de un bucólico paraje esloveno. Los allí reunidos tuvieron ocasión de reflexionar largamente sobre la situación de la Unión Europea en «un mundo cada día más peligroso».
En estas reuniones se reflexionó sobre varios temas:
La vez anterior que se intentó crear una fuerza de actuación rápida fue un fracaso estrepitoso, no podemos repetir el error.
La salida del Reino Unido de la Unión Europea facilita avanzar en el terreno de una defensa común, ya que los británicos siempre se habían opuesto a cualquier proyecto que supusiera reforzar las capacidades militares europeas ante la OTAN.
Francia es un firme defensor de la iniciativa de la fuerza de reacción rápida, y ella asumirá la presidencia de la UE en el segundo semestre de 2022.
Alemania continúa con su reticencia sobre desplegar su ejército en misiones internacionales. La ministra alemana de defensa, Kramp-Karrenbauer, ha declarado que «los europeos tenemos que ser más autónomos y capaces de poder reaccionar de forma más independiente, pero sin pretender ser una alternativa a la OTAN». Alemania, en el fondo, no se fía de una propuesta francesa que al final apunte a un fortalecimiento de su superioridad militar dentro de la UE, basada especialmente en disponer de una fuerza atómica que precisamente no quiere compartir.
Otros ministros han declarado que la clave es «reunir la voluntad política necesaria para actuar». La UE se plantea «abrir una representación de bajo nivel en Kabul y continuar con tareas de cooperación, que debería permitir frenar cualquier flujo migratorio hacia la UE». Se propone «evitar una crisis humanitaria el próximo invierno y por eso tenemos que actuar deprisa». En la mente de todos los reunidos está la crisis migratoria de 2015. La UE mantiene suspendidos los 1.200 millones de euros para el período 2021 a 2024 para ayudar al desarrollo de Afganistán. Los ministros instan a los países vecinos de este país a colaborar y aumentar su apoyo.
Aunque la atención principal ha sido puesta en Afganistán, otra región del mundo ha aparecido con insistencia en las conversaciones y reflexiones de los ministros de la UE. Se trata del Sahel , una gran región africana muy pobre de más de tres millones de kilómetros cuadrados, que forma la transición entre el Sahara al norte y la sabana menos árida al sur, y que va desde Mauritania a Sudán. Es una enorme región formada por cinco países: Mali, Burkina Faso, Níger, Chad y Mauritania.
El presidente Macron ha anunciado, por los próximos meses, el final de la misión militar de Francia en esta región, caracterizada por una fuerte y creciente presencia del yihadismo terrorista islámico más radical. Los grupos yihadistas del Sahel se sienten envalentonados por la rápida victoria de los talibanes y la humillación infringida a Estados Unidos y a sus aliados afganos. Varios ministros han declarado que «el Sahel es aún más importante para Europa que Afganistán y puede tener consecuencias mucho más grandes». Se ha hablado de que el triunfo talibán en Afganistán debilita la misión antigihadista francesa en el Sahel y anima a los islamistas.
Sobre la pandemia, es sabido que a la Unión Europea le costó reaccionar inicialmente, pero también es cierto que lo ha ido haciendo cada vez con más determinación y acierto. Los resultados positivos saltan a la vista.
Se ha llegado al 70 por ciento de gente adulta vacunada. La UE también ha sido capaz de adquirir, a pesar de problemas y errores en el suministro, más vacunas que las necesarias para vacunar al cien por cien de la población. Las hospitalizaciones y las defunciones por Covid han bajado considerablemente y los estados miembros ya tienden hacia las aberturas plenas. Los recursos del programa Next Generation EU empiezan a aflorar y la presidenta de la Comisión Europea, la alemana Úrsula von der Leyen, previó en junio pasado que en dieciocho meses las economías europeas se recuperarán.
Pero al lado de todos estos buenos resultados existe todavía una gran incertidumbre
Pero al lado de todos estos buenos resultados existe todavía una gran incertidumbre. La variante delta del coronavirus ha atacado con fuerza y se pueden dar nuevas variantes. Algunos Estados miembros siguen infravacunados (Bulgaria, por ejemplo, sólo tiene vacunados el 20 por ciento de la población adulta). Preocupa la duración de la inmunidad garantizada por las vacunas. Algunos Estados miembros pretenden vacunar sus poblaciones con más dosis de las previstas, particularmente los ancianos, especialmente atacados por la variante delta. Se sabe que la normalidad no llegará si el resto del mundo no se vacuna, pero la UE no ayuda a los países terceros más necesitados al ritmo previsto. Ha prometido dar doscientos millones de vacunas, pero hasta ahora sólo ha dado unos ocho millones.
La Unión Europea no ha llegado al consenso sobre cómo vacunar a los niños por encima de los doce años. La vacunación de los niños es una de las grandes cuestiones sanitarias a debatir este otoño. Los fondos del programa EU Next Generation (750.000 millones de euros) no parecen suficientes para superar los efectos económicos negativos de la pandemia. El líder del grupo parlamentario del Grupo Popular del Parlamento Europeo, el alemán Manfred Weber, ha declarado que «con los fondos del programa Next Generation EU no será suficiente para hacer frente al shock económico del coronavirus sobre la economía de la UE».
La UE se encuentra en medio de un conflicto importante con algunos estados miembros sobre la implementación de sus valores. Pronto tendrá que decidir sobre la aprobación del plan anticovid de países como Hungría y Polonia, que siguen adelante con proyectos legislativos que, a los ojos de la Comisión Europea, vulneran valores fundamentales de la UE recogidos en el Tratado de Lisboa. La Comisión ya tiene preparadas las medidas de sanción correspondientes, que se aplicarían en casos graves de incumplimiento. Según algunos eurodiputados europeos, «ahora puede ser el momento decisivo de la Comisión Von der Leyen, y ese momento podría llegar en otoño de este año».
Por último, Angela Merkel se ha ido despidiendo de los alemanes desde que en el discurso de fin de año de 2020 dijo que era la última vez que se dirigía como Cancillera. Según declaró el Papa Francisco, se va «una de las grandes figuras de la política mundial». La echaremos de menos. Sus grandes cualidades éticas y políticas son universalmente reconocidas. No será fácil encontrar una persona al frente del país líder europeo que esté a la altura de Merkel y también a la altura de lo que Europa y el mundo necesitan.
Pero al lado de todos los buenos resultados existe todavía una gran incertidumbre en la Unión Europea Share on X