España vive inmersa en una gran confusión política que ha degenerado en graves consecuencias. Se trata de la confusión en torno a la perspectiva de género.
Para muchos, que solo nadan en la superficie de las cosas y siguen los rebufos de la moda sin más, incluidas la mayoría de grandes empresas, la perspectiva de género no es nada más que el instrumento de análisis que identifica las desigualdades entre hombres y mujeres y las políticas para resolverlo a las que dan pie. Esto sería el feminismo de la igualdad. Bajo ese empuje se han resuelto injusticias; otras se mantienen intocadas, las de la mujer embarazada, las viudas, las madres de hijos dependientes, la prostitución.
Es interesante y necesario profundizar por qué estas tipologías están olvidadas por el feminismo que manda, el gubernamental. Al mismo tiempo se presta una extraordinaria atención a cuestiones relacionadas con las élites, la paridad en los consejos de administración, en las listas electorales, en los cargos directivos. Se considera que no hay paridad en una profesión cuando hay más hombres que mujeres, pero no cuando sucede a la inversa. Bajo su egida se ignoran cuestiones flagrantes como la mucha mayor afectación de los suicidios y la pandemia en los hombres, por citar solo dos ejemplos.
En un paso más allá del feminismo de género, este declara la equivalencia entre España y Afganistán, como manifestó sin vergüenza la ministra Montero. Aquí impera un patriarcado que sojuzga a las mujeres y que las persigue y “las mata por el hecho de ser mujeres” (sic). No importan los datos objetivos que describen la realidad. Su ideología dice lo opuesto y es ley. Esta es la causa de que el feminicidio de pareja se haya situado en el centro de los focos, obviando que en España es un delito comparativamente infrecuente, y haciendo desaparecer los asesinatos de mujeres por otras causas, lo que todavía causa más indefensión a las prostitutas. I este otro tipo de agresiones, que solo alcanzan notoriedad si son de carácter sexual.
Tanta persistencia demuestra también que las políticas que hace tantos años que se aplican con costes muy elevados, son inútiles, a pesar de que el universo de casos a tratar es reducido. Asimismo, es una anomalía que una tropelía tan grande tenga siempre una presencia residual en los observatorios del CIS sobre los problemas de los españoles. No aparece como dotado de una mínima relevancia, ni tan solo para las mujeres, ¡qué digo!, ni tan solo para el acumulado de denuncias anuales de los últimos años. ¿Cómo es posible? ¿Por qué ninguna de las muchas instancias dedicadas a esta cuestión han profundizado en ello?
Pero con ser grave esta dimensión de la perspectiva de género no es la peor, porque la que impera en España tiene aún otra dimensión: Se trata de la perspectiva de género en el sentido bulteriano del término. Es decir, el de su carácter performativo, consistente en fabricar una determinada ilusión de identidad, mediante un conjunto sostenido de actos y rituales que, a través de la repetición, se fuerza a que sean naturales y se consoliden, pero que en ningún caso son inherentes al sujeto, sino que más bien el sujeto es su efecto.
Esto es la perspectiva de género, y esta es la ideología que rige en este estado que, por esta condición, ha dejado de ser liberal y respetar el estado de derecho, porque esto no es posible cuando el propio estado es portador de una ideología que quiere imponer.
Estamos, con la perspectiva de género butleriana, la que rige en España, ante una confesión de la voluntad explícita de manipular la naturaleza humana mediante el lenguaje y la práctica.
Se trata de practicar una subversión sistemática de lo que llaman roles de género, ser hombre y ser mujer, que para ellos solo son construcciones sociales, que pueden modificarse a su antojo mediante la acción performativa. En esto están. No importa que choque con toda la evidencia biológica, y en este sentido las feministas butlerianas son anti materialistas, y en el mismo sentido son anti evolucionistas, porque los mecanismos de selección de la especie no existen para ellas.
Lo más importante para la especie, la transmisión de los genes, es en el marco bulteriana una cuestión secundaria. ¿Se quiere mayor absurdo? Lo peor es que esta concepción se imparte en las universidades con toda formalidad y titulación. El creacionismo es visto como un mito, y el cuento del género butleriano es reconocido por la universidad, a pesar de que no es otra cosa que una ideología política para transformar la pulsión sexual, una cuestión individual donde las haya, en un proyecto político, como la propia Butler ha declarado desde su condición de lesbiana.
Pero esta teoría llevada a la práctica es de naturaleza insostenible y requiere del conflicto, la polarización y la represión policial y penal para mantenerse. Se basa en la construcción de la identidades de género LGBTI… como poderes políticos de identidades colectivas, a pesar de que en realidad se trata de un colectivo de sujetos heterogéneos, como el resto de los seres humanos.
La creciente polarización interna de nuestras sociedades debe analizarse en esta clave. Son ideologías que solo crecen y toman sentido en contra del otro, que exigen de la destrucción del estado de derecho para aplicarlo de manera asimétrica, y que por tanto son incompatibles con la democracia ¿Cómo se construyen puentes con quienes necesitan ser, por propia naturaleza, antagonistas, contrarios? El gran error es creer o actuar como si no importara que en la sociedad imperaran este tipo de ideologías.
Para recuperar la razón y el estado de derecho es necesario expulsar toda la perspectiva de género de las leyes y llamar claramente a las cosas por su nombre: igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Solo así evitaremos una confusión tan destructora.
2 Comentarios. Dejar nuevo
Hace unas semanas me decidí a devolver la condecoración y el diploma con que fui obsequiado por una consejería de comunidad autónoma en reconocimiento a los servicios laborales prestados. Copio a continuación algunos párrafos de la carta que redacté para acompañar la devolución:
«Desde el denominado “matrimonio” entre personas del mismo sexo o la negación del “síndrome de alienación parental”* hasta los casos de denuncia judicial a quien ejerce disidencia activa frente a leyes que acarician la barbarie o la pueril tendencia mema, oficial y en bastantes casos institucional y mediática al lenguaje “inclusivo”** , pero sin desdeñar, por contigüidad, lacras insuficientemente combatidas como la pornografía y la pedofilia, pienso que la ideología de género tan aceptada y promovida por distintas administraciones de toda España degrada y desmorona a la persona, pone puente de plata al desmontaje de la familia y siembra la desconfianza en los grupos sociales y laborales así como la desvinculación en los pueblos hasta envolverlos en la respiración no detestada de la discordia […] El “género” constituye, así, una suerte de silente dinamita lenta que además, al amparo de estar en boga y en alza en buena parte del mundo que se tiene por civilizado, sirve de reclamo a muchos partidos políticos para la captación de futuros votos sin reparar en que el bien común no se alcanza adecuándose a la moda más o menos imperante, es decir, a ir con los tiempos, ya que con tal adaptación se da por sentado que no existen unos principios de naturaleza inmutable desde los que fijar las directrices de una política verdaderamente progresista sin necesidad de romper drásticamente con el legado recibido de nuestros mayores».
[…]
«Comoquiera que cada vida humana posee un valor incalculable y que ninguna vida es una isla en medio del vasto mundo, causa estupor observar que España, que se ha nutrido de raíces cristianas durante veinte siglos, en los últimos veinte años haya optado por prosternarse y entrar en el callejón regresivo y atroz de la perspectiva de género. No cabe en razón humana asumir la tendencia de traicionar una historia —por más sombras que se le quieran adjudicar, todos los países las tienen y aun mucho más vergonzosas— y dar la espalda a una tradición de la que en buena medida cabe sentir orgullo, si bien este nunca ha de servir de recreo cegador. El fuerte aumento de consultas psiquiátricas experimentado en los últimos lustros, alarmante entre la población infantil, tiene sin duda algo que ver con el dinamismo creciente de esta ideología y su significativa aceptación social merced sobre todo a una fina lluvia administrada desde hace años a través de la industria “cultural” y de numerosos y potentes medios de comunicación».
[…]
«La mayor parte de las cosas que nos deben importar en la vida no son de derechas ni de izquierdas, centralistas o regionalistas, progresistas o inmovilistas: son lo que tras el estudio sereno, la reflexión y la buena fe uno comprende que han de ser» […] «Nada es peor que ver convertidas la patria y sus personas en una piltrafa».
«“Nosotros somos mejores que quienes nos precedieron guiados por sus muchas veces hipócritas raíces cristianas y mejores que cuantos en línea similar en la actualidad se oponen a nuestro avance”: este entrecomillado no figura escrito así en ningún manifiesto, artículo o libro, pero sabemos que subyace en el pensamiento primordial de la perspectiva de género. Por lo visto, hay personas capaces de asentir, aplaudir, sonreír o callar ante semejante patochada».
________________________
* Basta con echar una ojeada a la página S.O.S. PAPÁ: https://www.sospapa.es/
** Mientras termino de redactar estas líneas (mañana del 31.08.2021), me llega la noticia de que un grupo de profesoras de lengua catalana, hartas del lenguaje inclusivo, se encuentran en el plató de Els matins (TV3) con el lema —traduzco— “Somos mujeres, somos lingüistas, somos muchas y decimos basta”. Lo que me lleva inmediatamente a reparar en lo triste que resulta que hoy en España se recurra a presentar como argumentos favorables el sexo y el número cuando comprobamos a diario que el lenguaje inclusivo no solo fuerza la expresión sino que la afea; de tal manera que, en virtud del enaltecimiento de la estupidez floreciente, si quien estuviera en ese plató televisivo fuera un profesor con el lema “soy varón, soy lingüista, soy yo solo y digo basta” sería escuchado con sorna además de denostado y etiquetado con saña; quizá denunciado ante el juzgado de guardia.
Una de las consecuencias más peligrosas de la IDEOLOGÍA de género es su usurpación del ámbito científico llamado ESTUDIOS de género, un campo interdisciplinario de gran interés y utilidad, con la condición de que se mantenga tanto cuanto se pueda su neutralidad ideológica, se trabaje en él sin prejuicios, se utilice una metodología fundada, es decir, comprensible y consecuente, basada en observaciones fácticas, sistemática, autocrítica, con resultados sometidos a control y discusión. En principio, los estudios de género debían tener como objeto de investigación las relaciones culturales y sociales entre los sexos, las funciones asumidas por u otorgadas a cada sexo en diferentes contextos, el funcionamiento de la sexualidad en sus diversas facetas, las consecuencias culturales de todos estos fenómenos, su desarrollo histórico y muchos otros aspectos posibles. Sin ninguna duda, este tipo de estudio habría podido abrir amplios horizontes a la investigación y aportar conocimientos de indiscutible utilidad social. Pero por desgracia ya desde sus comienzos esta joven disciplina fue en buena medida «secuestrada» por ideólogos que no han hecho otra cosa que intentar convertirla en instrumento de una doctrina preconcebida. Ello tiene dos consecuencias gravísimas: por un lado, la falsificación de datos, lo cual, a su vez, provoca reacciones sociales y culturales basadas en la errónea creencia de contar con informaciones científicas fiables, cuando en realidad se trata de tergiversaciones; por otro, la ruina de una disciplina científica en sí misma valiosa, pero que, desprestigiada de este modo, será lamentablemente «cancelada» antes o después, con la pérdida que ello supone. En relación a Judith Butler y sus doctrinas, podría decirse que como cualquier propuesta teórica son lícitas y pueden ser tratadas como objeto de discusión; lo que no es lo mismo que considerarlas asumibles y, muchísimo menos aún, normativas. Primero hay que examinarlas, discutirlas, ver qué pueden tener de valioso y qué no, etc. No digo yo que en ellas absolutamente todo sea desechable, pero sí que, tras un examen serio, no se salva casi nada. Su teoría antibiológica del «género» como independiente del sexo y determinado arbitrariamente por la cultura es simplemente demencial. Claro que hay factores culturales que determinan el comportamiento y funciones de cada sexo (las costumbres diversas y hasta contradictorias según las épocas o las sociedades lo prueban sobradamente), pero la negación de una diferencia sexual fundamental entre varones y mujeres así como la de la existencia de una sexualidad biológica, es un delirio que choca frontalmente contra una evidencia elemental. Sería interesante investigar el origen cultural, histórico, social, pero también psicológico (casi diríamos patológico), existencial y biográfico de los factores que han llevado a Butler a plantear tales disparates. De hecho, sus textos llegan a ser en ocasiones verdaderos galimatías cuyo significado apenas puede intuírse oscuramente. Más enigmático y preocupante todavía es que tales teorías sean asumidas, propagadas y convertidas en dogmas por gran parte de nuestra sociedad y que lleguen a determinar el contenido de normas jurídicas.