En estos tiempos nada fáciles, en los que parece que prima la destrucción sobre la construcción, la rutina sobre la iniciativa, en los que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer, de vez en cuando salta la liebre.
En esta España, sobre la que parecen caer las siete plagas de Egipto –qué pecado hemos cometido-, a finales del mes pasado se produjo un pequeño milagro, saltó un chispa de esperanza, la creación de la Asamblea de Asociaciones por la Vida, la Libertad y la Dignidad. Una Asamblea que viene a dar respuesta a no pocas insuficiencias, y no solo cardiacas.
Primera insuficiencia que sufrimos, la política. Es cierto que contamos con alternativas políticas suficientes a lo que, de forma un poco rancia, se ha denominado el “frente popular”, aunque no sé si es tan popular como parece. Pero el problema de la alternativa política es que solo se activa cuando hay elecciones, porque en la política del día a día, la capacidad de expresar la voluntad libre es muy limitada.
No todo se resuelve con política, porque no todos los problemas son políticos. Estamos sometidos a las decisiones de los aparatos de los partidos, quizá ya ni a las de los programas políticos de los partidos. Mejor dicho, a las decisiones de las encuestas. Y no digamos nada en tiempos de pandemia, de crisis y de conflictos permanentes, en los que prima lo inmediato, excepto para Pedro Sánchez y los suyos.