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La «bella» ofensa de los sexos

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A ver, mujer. A ti que te gusta “ir así”, pregúntate por qué te “gusta”. I tú, hombre macho. Tú, ¿qué pretendes? ¿Aparecer como el macho cabrío que desprende masculinidad, o reactivar la que te falta? Hombre, mujer: sed sinceros. Ya que no lo sois con los demás, al menos sedlo con vosotros mismos. Así –con menos equívocos anfibológicos- nos será a todos más fácil entendernos.

Con perdón si os “ofendo” (¿por qué será?), ya veo por dónde va vuestro “buen rollo”: pretendéis epatar al personal con vuestro vestir y vuestros andares “auténticos”, ya que en vuestro fuero interno os sufrís vacíos e inseguros. Ahí está y sentís arropada vuestra pretendida seguridad, que no es más que vana autocomplacencia. ¿Por qué, si no, cuando os quitan la autocomplacencia, os duele y os rebeláis? ¡Porque tiemblan vuestros cimientos! Con tanto empacho libidinoso habéis perdido vuestra identidad sexual. Os la han diluido. Por eso la pretendéis, y de ahí surge la llamada “guerra de los sexos” que ya ha llegado incluso al interior de cada uno de ellos: es de hombre contra hombre y de mujer contra mujer: eso es, la extinción del ser. ¡El ser humano reducido, animalizado!

Tardé mucho tiempo en entenderlo. Años, porque me resbalaba oír que alguien se quejara de la hipotética ofensa entre sexos que me parecía una sensiblería monjil, pues me era todo menos clara. ¿Por qué? No sé, seguramente porque los que lo dejaban caer al aire me parecían tendenciosos o anticuados. ¿En el vestir se podía ofender? ¿O me ofendía que no “me dejaran hacer”? (¡Qué dirían ahora!). Se me antojaban tendenciosos porque yo no vivía según su tendencia, pues mi tendencia era la placidez de la comodidad de un hogar que me daba todo… excepto placidez.

¿Sería posible pensar que la comodidad que vivimos en nuestro mundo occidental fuera la causante de tanta fatuidad? ¡Sin duda! Ahí, en ese impersonal terreno común (que es terreno de nadie) encontramos la comodidad que comporta el “pensar como todos piensan”. ¿Es “eso” lo que nos da nuestra comodidad ansiada hasta el ahogo? ¿Y qué es “eso”? “Eso”, “el tema” que tú buscas, lo encuentras en la irresistible seducción de unos medios que nos irrumpen agresivos en nuestra emoción opaca para inquietarla y lanzarnos, de esta manera (impelidos inquietos e inquietados), a la palestra de la vergüenza que nos acecha por doquier: “Eso te falta”, “¡No te quedes atrás!”, “¡Demuestra que vales!”. ¿Qué hay que demostrar, sino precisamente aquello que te falta? Por eso he dicho también que me parecían –aquellos que me hablaban de ofensas entre los sexos- unos seres anticuados o habitantes de otros mundos. Porque hablaban un lenguaje falto de testimonio.

¡Eso es! ¡Nos faltan testigos! Testigos que hablen claro. Con el propio testimonio. ¿Por qué, esos que se quejan, visten y se portan y frecuentan los mismos lugares que el rebaño que señalan como contaminado? ¿Esos son los que critican la ofensa entre los sexos? Si vestir marcándolo y enseñándolo todo para realzar lo que tiene cada uno que le distingue como hombre y como mujer (¿masculinidad?, ¿feminidad?)… si vestir así es “bonito”, “ser actual”, apaga y vámonos. Porque yo no puedo decir una cosa y hacer otra si pretendo advertir a alguien su desatino. ¡Simplemente, porque el desatinado soy yo! ¡Así de sencillo!

Además, vestir así soltándolo todo al aire es un retroceso con toda ley, un primitivismo que realza el falo para esconder su vergüenza. Los cavernícolas tenían más dignidad, porque lo suyo era falta de ilustración. Nosotros nos las damos de ilustrados, pero, visto así, sabremos mucho de falos, pero nos falta el raciocinio para usarlo para y como se debe, y por tanto, dignidad.

Vestir “así”, hablar “así”, ir “así”… (y más si te las das de virgen) es ofender al personal, y por eso todos parece que están a la que salta para saltarte encima. Estamos todos irascibles, porque nos atiborran de excitación. Ya te lo he dicho: animalismo. Ni cortos ni perezosos, te digo que encima resulta que hay quien me dice que “eso”, “el tema”, es “bello”, que es así como “le gusta” que le vean. Yo le pregunto: ¿No  será que “te gusta” que te levanten el falo? No es broma. No es exageración. Es animalismo. Piénsalo.

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