Ser libre es poder elegir. Nosotros añadimos que se trata además de elegir entre opciones buenas, pero dejémoslo solo en la máxima liberal no perfeccionista, que solo valora la disponibilidad de opciones y no su calidad.
Este argumento, el de la libertad, es utilizado una y otra vez por los defensores de la eutanasia y por los partidos del frente gubernamental.
Pero no hay elección si la opción es sufrir lo indecible o que te mate el médico, que es lo que va a ofrecer España a los ciudadanos. ¿Qué clase de libertad es esa? ¿Es esto todo lo que este estado, esta sociedad, puede ofrecernos en pleno siglo XXI? ¿Es esta la solución humanista? porque en realidad es la que se aplica en veterinaria desde siempre. “Muerto el perro, muerta la rabia”
Claro que hay otra solución, y es más completa, humana y solidaria. Es aquella que permite vivir sin grandes sufrimientos, sin dolor, porque las atenciones paliativas lo hacen posible.
Que quede claro, consideramos la eutanasia como intrínsecamente mala, un error para la humanidad. Pero lo que estamos razonando ahora es desde la propia perspectiva de quienes la defienden en nombre de la libertad y para evitar los sufrimientos, para decirles que su razonamiento está equivocado.
En España cada año mueren del orden de 80.000 personas sin poder acceder a los cuidados paliativos. A pesar de ello, el Gobierno y la mayoría de los partidos del frente que lo apoyan, rechazan introducir este grave defecto en la ecuación de la eutanasia. Quieren evitar que los cuidados paliativos “compitan” con la muerte deseada en algunos casos, impuesta en otros. Y esto es muy grave, porque un estado que actúa bajo estos criterios resulta extremadamente peligroso, insensible al dolor y a la muerte. Porque algunas personas sí decidirán libremente buscar la muerte, pero la mayoría no. Incluso algunas de las que lo decidan, lo harán en una circunstancia concreta que en otro momento no lo harían. Porque éste es el problema, otro de los muchos problemas, de la eutanasia: Es irreversible.
Una persona puede abandonar los cuidados paliativos y pedir que la maten, pero es obvio que quién ha usado esta solución ya no puede rectificar. De ahí que quienes la defienden, deberían coincidir en primer término con todos los que exigimos la previa disponibilidad de unos cuidados paliativos para el 100 por 100 de la población. Al no obrar de esta manera, lo único que hacen es convertir la eutanasia, no en una solución para el ser humano, sino en un tótem ideológico donde sacrificar a las personas.
Pero hay más cosas. Hay otro dolor que no surge de lo físico ni es exactamente psíquico. Es el dolor de la soledad. Sufres y estás solo y esto lo convierte todo en un infierno. Entonces con la ley que se pretende aprobar el estado le dirá “no te preocupes yo te mato” ¿Somos conscientes de lo que significa crear un horizonte de sentido de este tipo? ¿El matar como solución?
No podemos construir una sociedad así, al menos no una buena sociedad. La respuesta solidaria es otra: construir una convivencia de la compañía, y la acogida, el acompañamiento. Esta es la solución que beneficia al que sufre y también a todos los demás, porque engendra solidaridad como cultura, porque en ella crecemos y en el espíritu encontramos la felicidad. No es en el abandono y la muerte donde podemos ser felices, sino en sentirnos responsable de la vida de los demás. La eutanasia crea una sociedad de individualismos aislados y egoístas que intentan liberarse de sus remordimientos a base de eliminar al otro.
Si se aprueba esta ley, el daño que sufrirá España será extraordinario, y este es el debate que hay que abrir y mantener; también con los que la defienden para verificar la solidez de sus razones, para que ellos mismos tengan ocasión de constatar y asumir sus propias contradicciones, empezando por el hecho increíble que en el momento de la historia en el que hemos alcanzado una mayor capacidad con medios para evitar el sufrimiento, se levante como solución la bandera del matar a los seres humanos para evitarlo.
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