Con más sustancia filosófica y ética, sin embargo, es el tema de aquellos que intentan diferenciar la MAD de cualquier otro tipo de suicidio, pues en su opinión es ética y moralmente aceptable, en contraposición al suicidio, que nunca lo es.
Los defensores de la MAD consideran que cuando se aplica, el paciente se ve inmerso en lo que denominan un proceso de muerte provocado por su enfermedad de base. Así, lo único que hace MAD es apresurar su inevitable llegada, es decir, el objetivo principal no es acabar con la vida de ese paciente, sino encontrarle una salida digna de este mundo tratando de acortar su agonía. No es MAD lo que acaba con la vida del paciente, sino su enfermedad subyacente incurable.
En un artículo, Friesen analiza tres razones comúnmente dadas para sostener que existen diferencias fundamentales entre MAD y suicidio:
- moralidad; la impulsividad que se produce en el suicidio y no en la MAD;
- la capacidad de decisión de los pacientes que solicitan MAD que está ausente en los suicidios; y finalmente,
- el grado de esperanza que tienen los que usan MAD y del que carecen los que buscan el suicidio, acto que por supuesto también incluye el suicidio asistido.
Friesen, por lo tanto, afirma que ambas prácticas son ética y moralmente diferentes según las razones descritas anteriormente.
Sin embargo, en nuestra opinión, la MAD es una práctica dirigida directamente a acabar con la vida de un paciente gravemente enfermo que sufre dolores o trastornos de cualquier tipo difíciles de soportar. En otras palabras, es una práctica claramente de eutanasia. Intentaremos fundamentar esta afirmación.
En efecto, cuando un paciente se encuentra en las condiciones requeridas para aplicar la MAD, se pueden ofrecer cuatro soluciones:
- Cuidados paliativos,
- Sedación paliativa,
- Sedación terminal, y finalmente,
- Eutanasia o suicidio asistido.
Los dos primeros son, en nuestra opinión, moral y éticamente lícitos; el resto, sin embargo, es claramente ilícito.