El pasado día 10 de septiembre el Congreso de los Diputados rechazó las dos enmiendas a la totalidad al proyecto de Ley de eutanasia que habían presentado el PP y Vox en la línea de priorizar los cuidados paliativos. Esto supone que continua la tramitación de la proposición de ley promovida por el PSOE. Una forma particularmente irónica de celebrar el 10-S como Día mundial para la prevención del suicidio.
La mayoría de los médicos españoles está a favor de priorizar los cuidados paliativos a la eutanasia. En este sentido se ha manifestado el presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos, quien sostiene también que la profesión médica “no puede permitir que la causa por la cual una persona decida solicitar la eutanasia, sea la ausencia de apoyo y la falta de recursos”. Los propios médicos ven venir que la eutanasia les dará un poder sin precedentes para poner fin a la vida humana en un contexto de carencia de recursos.
Según el estudio” Atlas de los Cuidados paliativos en Europa 2019”, España está en la posición 31 de los 51 países europeos analizados, al mismo nivel que Georgia o Moldavia. Según cifras anteriores a la COVID-19, cada año mueren en España alrededor de ochenta mil personas sin los cuidados paliativos necesarios. Está claro que, si a la limitación de los presupuestos públicos se añade la legalización de la eutanasia, los cuidados paliativos no solo no avanzarán, sino que perderán terreno porque dejarán de ser una prioridad, tal como ha demostrado el caso de Holanda.
Al inicio de la exposición de motivos de la proposición de ley consta que ésta “pretende dar respuesta a una demanda sostenida de la sociedad actual”. Pero esta afirmación no se corresponde con el bajísimo uso que se hace del testamento vital. A pesar de que este documento está regulado por la legislación española desde el año 2002, el número de ciudadanos españoles que a finales del año 2018 habían hecho testamento vital o documento de voluntades anticipadas no llegaba a 0’6 por ciento. El año 2018 solo uno de cada cien catalanes lo había hecho.
Con la grave carencia de cuidados paliativos que hay en nuestro país, y con solo 1 de cada 100 ciudadanos con testamento vital, la aplicación de la nueva ley plantea unos interrogantes muy difíciles de resolver. Es obligado preguntarse qué acabará pasando con el elevado número de personas que llegan al final de su vida sin poder decidir por sí mismas, en una situación “de incapacidad de hecho”, y sin testamento vital.
Sabiendo cómo se aplican algunas leyes en este país (la Ley del aborto de 1985 se aplicaba en 9 de cada 10 casos a supuestos no despenalizados), nos podemos imaginar el peligro que supondrá para la gente mayor discapacitada la nueva Ley de eutanasia. En una sociedad en la que la vida del inocente no se considera un valor absoluto, esta ley puede tener unos efectos devastadores. La legalización de la eutanasia consolidará todavía más “la cultura del descarte”, a la que se refiere el Papa Francisco, y que consiste en la exclusión de aquellos seres humanos no deseados o incapaces de producir, en los términos del liberalismo económico dominante. Los expertos en ingeniería social saben que para debilitar la resistencia moral de la ciudadanía, hacen falta cambios graduales y tiempo para que la conciencia social “vaya madurando”.
En el nuevo paradigma que abre esta ley, las personas que sufran “una enfermedad grave e incurable o una enfermedad grave, crónica e invalidante” (artículo 5.1.d), serán objeto de una presión sutil, pero, a la vez, muy eficaz: en su penosa situación, además, se sentirán culpables de no desaparecer y de continuar representando una carga para sus familiares y para el conjunto de la sociedad. Nos podemos encontrar que la gente mayor que ha levantado este país y que nos lo ha dado todo, pronto tengan que pedir perdón por continuar viviendo.
Por último, sostener que la eutanasia permite decidir libremente el final de la vida es en muchos casos una gran hipocresía. En las actuales condiciones, en que no se podrá ofrecer a muchos pacientes el servicio de cuidados paliativos, la libertad de opción no existe. No es libre quién tiene que elegir entre la falta de medios y el sufrimiento, o la muerte infringida por un médico. En estas circunstancias sanitarias y con el déficit de acompañamiento en que se encuentra mucha gente mayor, la eutanasia es la pendiente a la cual se empuja a los más pobres y débiles, los que no disponen de medios para evitar el sufrimiento y disponer de compañía. Por esta razón, los diputados comunistas portugueses votaron en contra de la aprobación de la eutanasia. Fue toda una demostración de responsabilidad y de honestidad política, que en este tema echamos de menos en nuestro país.
Publicado en el Diari de Girona, el 28 de septiembre de 2020
La eutanasia es la pendiente a la cual se empuja a los más pobres y débiles, los que no disponen de medios para evitar el sufrimiento y disponer de compañía Share on X