Hace poco – 21 de agosto – celebrábamos la fiesta de S. Pío X, y en las oraciones propias de su Misa se rogaba dos veces para que siguiéramos sus santas enseñanzas.
En su encíclica Pascendi combate la herejía (suma de todas las herejías) del “modernismo”, que como dice, en el número 1, infeccionaba a no pocos sacerdotes, “que en apretada falange asalta con audacia todo cuanto hay de sagrado en la obra de Jesucristo, sin respetar la propia persona del Divino Redentor, que con sacrílega temeridad, rebajan a la categoría de puro y simple hombre” (nº 1)
Y en el nº 2: “ellos traman la ruina de la Iglesia no desde fuera, sino desde dentro”.
¿Son cuestiones antiguas del comienzo del siglo XX? Por desgracia no, como veremos enseguida en pasajes de una obra de Benedicto XVI.
Pero permítasenos antes hacer un inciso de cómo en la herejía modernista se arbitra una artificiosa distinción (nº 28 de Pascendi) “que hacen los modernistas del Cristo histórico y el Cristo de la Fe (…)”. “En la historia que llaman real Cristo no es Dios ni ejecutó nada divino”. Ello sería un añadido de la Fe; los Evangelios no serían históricos, sino que habrían sufrido adiciones e interpolaciones (nº 31). Y decía S. Agustín que cuando se admiten mentiras en la Sagrada Escritura “cada cual creerá lo que quiera y dejará de creer lo que no quiera” (nº 35 de Pascendi).
Pues bien, refiriéndonos a tiempos más actuales, leemos en el prólogo de “Gesu di Natzaret, I” del Papa emérito Benedicto XVI, pág.7:
“A comienzos de los años cincuenta cambió la situación: la brecha, la distancia, entre el “Jesús histórico” y el “Cristo de la fe” se volvió cada vez más amplia: a ojos vista, una visión se alejó de la otra. Pero ¿qué sentido puede tener la fe en Jesús, el Cristo, en Jesús Hijo del Dios vivo, si en cambio el hombre Jesús fuera tan distinto de cómo lo presentan los Evangelios y de cómo, partiendo de los Evangelios, lo presenta la Iglesia?” (pág. 7, obra citada)
Y para calibrar la gravedad de la denuncia sigamos la pluma del cardenal Ratzinger que publicó la obra comentada siendo Benedicto XVI (Pág. 8):
“En ellas (en estas reconstrucciones basadas en esa radical dicotomía) la figura de Jesús, sobre la que descansa la Fe, se convirtió en algo cada vez más nebuloso, y adquirió contornos cada vez menos definidos” “Las reconstrucciones sobre ese Jesús (…) se hicieron cada vez más chocantes: (presentan a un Jesús como) un revolucionario anti-romano que trata de derribar los poderes existentes y que naturalmente fracasa en ello; (o lo presentan como) un afable moralista que todo lo permite y que inexplicablemente causa su propia ruina. Y quien lee sin interrupción unas cuantas de estas reconstrucciones puede constatar pronto que tales reconstrucciones más bien retratan a los propios autores (algunos modernos exégetas y teólogos) y sus propios ideales, en vez de ser la puesta al desnudo de una imagen (de Jesús) que queda fatalmente desdibujada” (P. 8)
Y denuncia lo grave de estas desviaciones: “Como resultado común de todas estas tentativas ha quedado la impresión de que (…) sabríamos muy poco cierto sobre Jesús. Y sólo la fe en su divinidad habría plasmado su imagen. Y esta impresión (…) ha penetrado profundamente en la conciencia común de la cristiandad. Y una situación así resulta dramática para la Fe, porque vuelve incierto su auténtico punto de referencia: y la íntima amistad con Jesús, de que todo depende, amenaza con (quedarse como) gesticulando en el vacío”. (pág. 8)
Y comenta la solución y propósito de su libro: “He querido tratar de presentar al Jesús del Evangelio como el Jesús real, como el “Jesús histórico” en su sentido propio y cierto” (p. 18).
Estos errores por desgracia en nuestros tiempos eran enseñados en alguna facultad de Teología de nuestro país. Y para que no se escandalice el ingenuo lector citemos la afirmación de Juan Pablo II en la Veritatis Splendor, nº 4: “Particularmente hay que destacar la discrepancia entre la respuesta tradicional de la Iglesia y algunas posturas teológicas – difundidas incluso en Seminarios y Facultades teológicas (…)” [se refiere a errores graves sobre moral de medios y fines (olvidando que el fin no justifica los medios) y errores sobre la justificación (una opción fundamental correcta haría que no fueran mortales algunos pecados mortales)]
Y terminemos con un fragmento de una revelación privada de 2017, que, al margen de la credibilidad que merezca, dice cosas oportunas y edificantes:
“Vosotros seguid a mis pastores santos, los que Me aman y obedecen Mi Santo Evangelio, y cumplen fielmente Mis Mandamientos. Sólo a ellos debéis seguir y obedecer, no hagáis caso a los que os insten a seguir caminos que os alejan del Magisterio de la Iglesia inspirado por el Espíritu Santo (…)” [www.elpastorsupremo.es –Mensaje 32] Ellos traman la ruina de la Iglesia no desde fuera, sino desde dentro Share on X