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Declive relativo de Francia en relación con el resto del mundo

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Nicolas Baverez es un ensayista de reconocido prestigio. Es uno de los principales representantes de una corriente de pensamiento político francés conocida como décliniste (decadentista) . Hace tiempo que denuncia un declive relativo de Francia en relación con el resto del mundo, debido sobre todo a un intervencionismo estatal excesivo y a una fiscalidad exagerada, que reducen las energías de la sociedad civil francesa. Es un gran admirador de Raymond Aron y Alexis de Tocqueville y, como ellos, un liberal convencido. Ha declarado que «el antiliberalismo es uno de los grandes males de Francia». En 2003 publicó un libro que ha tenido un gran impacto, titulado La France qui tombe; un constant clinique du déclin français  (La Francia que se derrumba, una constatación clínica de la decadencia francesa).

Baverez defensa que Francia necesita reformas estructurales profundas en todos los campos y particularmente en lo económico, político, social e histórico. El anterior presidente francés, Nicolas Sarkozy, pretendía introducir reformas importantes y coincidía en buena parte con las tesis de Baverez, por eso lo fichó para su gobierno. Baverez, sin embargo, salió decepcionado del gobierno Sarkozy ya que el presidente sólo había sido capaz de sacar adelante una mínima parte de las reformas que pretendía.

Baverez es un excelente analista geopolítico. Escribe a menudo sobre el escenario internacional, especialmente en relación con Europa y Francia. A escala global, considera que nos encontramos en pleno proceso de desoccidentalización, impulsado especialmente por la administración Trump y el Brexit. Ve la emergencia de China como imparable. Constata que el poder económico, político y militar se desplaza de oeste a este, hacia Asia del Pacífico y el Índico. Uno se puede interrogar sobre la posibilidad de un nuevo ciclo de globalización dirigido por los países emergentes, especialmente China, con el fin de terminar de desestabilizar y rodear las democracias occidentales. Considera que muchas señales lo anuncian, como el control progresivo de las instituciones multilaterales por parte de Pekín, a la vez que Trump se retira. El aislacionismo de Trump es un contrasentido histórico, que sólo tiene el efecto de dejar el campo libre a la expansión de China dentro de las instituciones multilaterales, en el terreno de los países emergentes y de muchos países desarrollados. El mundo, siempre según Baverez, avanza hacia una regionalización de la globalización. Además de China,que tiene pretensiones regionales y globales, emergen nuevos imperios que dominarán sus regiones respectivas, como es por ejemplo el caso de Brasil en América Latina.

Del análisis anterior Baverez deduce que Europa es más necesaria que nunca como actor global . «Es urgente que Europa se piense como una potencia y se muestre dispuesta a defender sus valores». Afirma que a Europa le ha llegado la hora de la verdad y que la década de los años 2020 será decisiva para su futuro.  «La UE fracasó en su respuesta a la Gran Recesión de 2008 y la crisis del euro (2010). También ha fracasado en su réplica al terrorismo islámico y a las democratura rusa y turca, en la respuesta a las avalanchas migratorias y con la prevención del Brexit. La pandemia del coronavirus será decisiva. Piensa que la UE o bien se desintegra o se refunda en torno a la soberanía y la seguridad. Europa nunca ha sido más necesaria que ahora «. Europa en sí misma es una región que la UE debe terminar de organizar y, además, debe ser un actor global porque defiende valores universales, como la democracia y el multilateralismo.

La gran dificultad para que Europa consiga estos objetivos es que «no tiene proyecto, ni estrategia, ni un líder que lo encarne». Alemania dispone de los medios para ejercer el liderazgo, pero por razones históricas evidentes no puede hacerlo sola. Francia es el partenaire clave de Alemania, pero es «un país decadente» que todavía no ha entendido la necesidad de llegar a una Europa federal.

Baverez es muy duro cuando analiza la situación de su país de estirpe. Piensa que «está fuera de juego». Explica que Francia ha visto pasar su deuda pública del 56 por ciento a más del 100 por ciento del PIB entre 1995 y 2020, evitando modernizarse. El déficit y la deuda pública suben alrededor del 12 por ciento y del 120 por ciento del PIB, respectivamente. El país ha sido profundamente desestabilizado por el terrorismo islámico, lo que es un objetivo prioritario, por huelgas endémicas y por el movimiento de los gilets jaunes (chalecos amarillos), que ha puesto de relieve la desintegración de la sociedad y del territorio. Francia ha perdido la credibilidad de sus socios europeos y ya es un país del sur, relegado a una segunda división, muy lejos por detrás de Alemania. La esperanza de reformas se diluyó con Nicolas Sarkozy y se está diluyendo con Emmanuel Macron. Un dirigente que no es capaz de reformar su propia casa, no es creíble para ocupar una posición de liderazgo fuera de sus fronteras. Francia, por ignorancia, no entiende qué es la globalización ni el liberalismo. Francia confunde desregulación con liberalismo. La libertad no es algo adquirido o dado, sino que pasa por la educación y la responsabilidad de los ciudadanos. Las fuerzas políticas francesas comparten un antiliberalismo visceral, una de las razones de la inestabilidad democrática del país. En Alemania, el 74 por ciento de la población confía en sus gobernantes. En Francia el porcentaje es mucho más bajo.  Los males franceses son muchos, algunos de los más importantes son el estatismo, la hipercentralització, el jacobinismo, la fascinación por los esquemas abstractos, la ignorancia de las realidades, el poder absoluto de la administración, el desprecio de la empresa y la ciencia y la desconfianza hacia los ciudadanos, así como su infantilización.

Por otra parte, siempre según Baverez, la Comisión Europea, tras el mandato de Jacques Delors (1985-1995) ha perdido peso y legitimidad y tampoco es capaz de liderar los estados miembros de la UE.

Baverez cree que el mundo es progresivamente multipolar, que el perfeccionamiento de la UE hacia una federación es la única garantía de independencia para la Europa del siglo XXI y que una profunda reforma del estado francés es necesaria para que Francia pueda jugar un papel destacado dentro de una UE reformada en sentido federal.  

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