El Papa ha dedicado el rezo del Ángelus de este domingo 16 de febrero a hablar de la guerra y sus motivaciones con motivo del Evangelio de hoy, que habla del «Sermón de la Montaña» y del cumplimiento de la Ley.
Jesús ayuda a entender los Mandamientos dados a Moisés, exhortándolos a estar disponibles para Dios: «Cuando cedemos a las tentaciones y pasiones, no somos señores y protagonistas de nuestra propia vida, sino que nos volvemos incapaces de manejarla con voluntad y responsabilidad».
«La ley dijo, hay que vivirla como un instrumento de libertad», subraya el Papa Francisco que asevera: «vivir la ley como un instrumento de libertad que nos ayuda a ser más libres, a no ser esclavos de las pasiones y del pecado. Las guerras y las calamidades, son fruto de las pasiones afirmó, y la gente que hace las guerras no sabe dominar sus propias pasiones. Cuando se cede a las pasiones no somos protagonistas de la propia vida, somos incapaces de manejarla con voluntad y responsabilidad».
Las cuatros síntesis del discurso de Jesús estarían sintetizadas con la fórmula «Habéis entendido que se dijo… pero yo os digo». Estas antítesis se refieren a otras tantas situaciones de la vida cotidiana: asesinato, adulterio, divorcio, juramentos. Jesús, afirmó el Pontífice, nos anima a pasar de una observancia formal de la Ley a una observancia sustancial, aceptando la Ley en nuestro corazón, que es el centro de las intenciones, decisiones, palabras y gestos de cada uno de nosotros.
Superar la guerra, reto del amor
El Papa afirmó que si aceptamos la Ley de Dios en nuestros corazones entendemos que cuando no amamos a nuestro prójimo, hasta cierto punto, nos matamos a nosotros mismos y a los demás, porque el odio, la rivalidad y la división matan la caridad fraternal que es la base de las relaciones interpersonales. Y esto vale, añadió, por lo que dije de las guerras, porque la lengua mata.
Si aceptamos la Ley de Dios en el corazón, podremos guiar nuestros deseos, comprenderemos que “hay que abandonar un estilo de vida de promesas rotas, no mantenidas, así como pasar de la prohibición del perjurio a la decisión de no jurar en absoluto, asumiendo la actitud de plena sinceridad con todos”.
“Pero Jesús es consciente de que no es fácil vivir los Mandamientos de una manera total y tan profundamente. Por eso nos ofrece la ayuda de su amor: vino al mundo no sólo para cumplir la Ley, sino también para darnos su gracia, para que podamos hacer la voluntad de Dios, amándolo a él y a nuestros hermanos y hermanas”. Porque, como afirmó, todopodemos hacer con la gracia de Dios, la santidad no es más que el custodiar esta gratuidad que Dios nos ha dado, esta gracia.