La exposición Jan van Eyck. Una revolución óptica podrá que acoge el Museo de Bellas Artes de Gante (MSK) celebra los 600 años que cumple el retablo que los hermanos Hubert y Jan van Eyck crearon para la catedral de San Bavón.
La exposición, que podrá visitarse hasta el 30 de abril, muestra parte del retablo de Gante La adoración del cordero místico, cuya parte estrella (y con la que no cuenta la exposición) es precisamente la del cordero.
No obstante, la exposición cuenta con otras obras del artista flamenco que desarrolló su obra en el siglo XIV, pero de la que se conservan a penas una veintena de sus trabajos.
Precisamente ese retablo se presenta tras esos 600 años completamente restaurado. Durante varios siglos, el óleo del animal que ocupa el lugar central del célebre retablo gótico de 340 x 440 centímetros que Van Eyck pintó junto a su hermano Hubert en 1432, presentaba los ojos rasgados, separados y difuminados. Sin embargo, esta nueva restauración a cargo del Instituto Real de Patrimonio Artístico de Bélgica hace que el cordero presente ahora los ojos mucho más juntos, más definidos y con cierto aspecto humano.
Nunca antes un pintor había hecho la realidad tan tangible: todo lo que parece faltar en sus retratos es el aliento de sus sujetos, mientras que sus paisajes revelan el mundo en todas sus facetas, explican los organizadores de la exposición.
¿Qué quería simbolizar Van Eyck con el cordero?
La pregunta que ronda al famoso cordero místico es qué quería el pintor flamenco representar.
Hay que destacar que La adoración del cordero místico se trata de un retablo que muestra un campo poblado de ángeles que asisten al sacrificio de Jesús sobre un altar. Jesucristo no aparece como hombre y está simbolizado por la icónica figura del cordero blanco, que muestra una herida de la que brota sangre roja.
«En una sociedad secularizada como la nuestra nos puede sorprender», explica Jan Gumolyn, profesor de la Universidad de Ganti que, además ha comisariado la obra. «Sin embargo, -prosigue- representa la mirada de Dios, que está siendo sacrificado por nosotros, y nos la dirige directamente a los ojos».
El retablo es pues una interpelación directa a nosotros, los hombres, que estamos sacrificando al Dios hombre que, a su vez, nos mira directamente interrogándonos y, al mismo tiempo, haciéndonos de espejo.