Este domingo la Iglesia católica ha celebrado la solemnidad del Bautismo del Señor. Siguento la tradición que inauguró san Juan Pablo II, el Papa Francisco ha bautizado un grupo de bebés en la Capilla Sixtina.
Un total de 32 niños, entre los que se encontraban 15 niñas y 17 niños recibieron el sacramento del Bautismo de la mano del Santo Padre siguiendo con el recordatorio del día en el que Jesús fue bautizado en el río Jordán.
En su homilía el obispo de Roma ha explicado a los padres de las criaturas que con el Bautismo hacen “un acto de justicia” porque “le damos un tesoro” y no es otro que “el Espíritu Santo”.
Por tanto, al bautizar a sus hijos “hacen que salgan y crezcan con el poder del Espíritu Santo”. Este poder, según Francisco, “lo defenderá” y “lo ayudará a lo largo de su vida”.
El Papa Francisco también ha explicado el Evangelio del día durante el rezo del Ángelus, en el que el Apóstol Mateo describe el diálogo entre Jesús, que pide el bautismo, y Juan el Bautista, que se niega. “Esta decisión de Jesús sorprende al Bautista de hecho, el Mesías no necesita ser purificado; Él es quien purifica”, recuerda el Pontífice.
El Bautismo de Jesús, «obediencia» y «fragilidad»
En sus palabras el Papa explica que “el Hijo de Dios vino precisamente para cerrar esa distancia entre el hombre y Dios” y si Jesús está del lado de Dios “también está del lado del hombre y une lo que estaba dividido”.
En ese sentido, Jesús pide recibir el Bautismo precisamente “para que se pueda hacer toda justicia”, o en otras palabras “para que se realice el plan del Padre que pasa por el camino de la obediencia filial y la solidaridad con el hombre frágil y pecador”. “Es el camino de la humildad y la total cercanía de Dios a sus hijos”, dice, “requerido también hoy a los discípulos del Señor”.
El Papa ha explicado también que no se debe uno ensalzar a sí mismo por ser discípulo de Dios: “Cuántos, es triste decirlo, pero cuántos discípulos del Señor se pavonean de ser discípulos del Señor. No es un buen discípulo quien se pavonea”. De hecho, el buen discípulo “es el humilde”, “el manso” y “el que hace el bien sin ser visto”.
Finalmente, Francisco ha recordado que en la fiesta del Bautismo de Jesús “redescubrimos nuestro Bautismo” y al igual que Jesús, “también nosotros nacidos del agua y del Espíritu Santo sabemos que somos hijos amados, objeto de la complacencia de Dios”.
Pero tampoco debemos olvidar que somos “hermanos de muchos otros hermanos, invertidos en una gran misión para testificar y anunciar a todos los hombres el amor infinito del Padre”.