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El feminicidio de la pareja. Ni negacionismo ni sobreactuación

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El feminicidio de la pareja es un tema político de primera magnitud por los recursos públicos que se aplican y por su dimensión mediática. Todo ello a pesar de su escasa incidencia cuantitativa. 52 víctimas este año sobre una población de 18 millones de mujeres de 18 y más años no constituye un problema estructural, sino el resultado de patologías personales por parte de hombres que encuentran la solución a su fracaso en el homicidio del otro.

Su acción es terrible, porque la muerte lo es. Hay que luchar contra ello, pero de la forma adecuada que, obviamente, no es el negacionismo, pero tampoco la sobreactuación, que son las dos deformaciones que nos aquejan.

Si 52 homicidios de la pareja al año fuera un problema estructural, ¿las 3.600 personas que se suicidan (10 muertes al día, unos 2,5 fallecimientos cada hora) que sería entonces?  Mueren 20 veces más mujeres porque se suicidan que por feminicidio de su pareja, pero esta otra tragedia permanece al margen de toda agenda política.

Pero entonces, dada su modesta dimensión cuantitativa, ¿cuál es la causa de su relevancia política?

La respuesta es la reasignación de su significado. Es políticamente muy relevante porque se utiliza para fundamentar la perspectiva de género, acreditando que los hombres como tales -el género- matan a las mujeres por el hecho de ser mujeres (sic). Se trata de un hecho “estructural” que demostraría la existencia de un patriarcado al que hay que combatir. Y como este discurso no se ajusta bien a los datos, a la realidad social española, se debe mantener una sobreactuación mediática continua, generar una sobreexcitación permanente, que censure, vete, estigmatice, todo intento de razonar dónde estamos en realidad.

Y a su servicio se mezcla todo. La muy buena situación española con imágenes y datos de México, donde por desgracia la vida vale poco, o de África y de los países musulmanes. Aunque de estos últimos, y es llamativo, escasean las referencias a la opresiva situación de la mujer. Todo esto compone una mixtura de imágenes y relatos, y se presentan como si fueran lo mismo. Pero no lo son.

En todo esto adviértase el detalle de cómo disciplinadamente, gobierno, y muchos medios de comunicación dan la información sobre los homicidios. Siempre que se informa de una nueva víctima, se recuerda la cifra total desde que se inició el registro de víctimas. Es una forma de proceder que no se aplica a ningún otro rango de datos, homicidios, suicidios, accidentes laborales… ninguno. La razón de esta diferencia es que no se presenta una referencia estadística, sino un relato político: aumentar la magnitud de la tragedia con el acumulado estadístico.

Los hombres son culpables. Su machismo. Su género. Por eso se refieren a la violencia de género y no a la violencia contra la mujer, que en realidad es lo que recordamos internacionalmente en días pasados. El agresor no es solo un sujeto concreto, sino la mitad de la población, y de ahí esa anomalía jurídica que es la Ley Contra la Violencia de Género, única en el mundo.

Es llamativo que, junto a tantos medios destinados a la represión del delito, a su castigo, y a la atención de las víctimas, se dispongan de tan pocos recursos en el ámbito de la prevención, puesto que toda buena política pública destaca precisamente por este tipo de medidas. Intentar evitar, prevenir el daño antes de que ocurra. Y es que se ha abandonado toda lógica de prevención, conciliación y construcción del respeto en los conflictos de pareja y se sustituye por el control y el miedo a la penalización. Esto siempre funciona mal.

En Estados Unidos existe la pena de muerte, pero su tasa de homicidios es siete veces mayor que la española. El resultado con el paso de los años es la generalización del cinismo y de la disidencia; y surge entonces el negacionismo, que encuentra un terreno abonado. El adoctrinamiento y la censura no generan una buena conciencia, solo hacen que se esconda.

El discurso y las políticas del respeto al ser humano, y específicamente a la mujer, están ausentes de la vida política y de los medios de comunicación, aunque los hechos universales demuestran que estas son las políticas más poderosas contra el abuso y la violencia. No sustituyen al castigo cuando llega el caso, pero lo previenen y reducen. Pero las políticas españolas no buscan evitar el conflicto, sino demonizar a los hombres por el simple hecho de ser hombres, excepto unos singulares que hacen profesión pública de una ideología política: se declaran feministas.

Los mismos partidos y medios de comunicación son capaces de defender que no se criminalice a los inmigrantes menores no acompañados, (MENA), porque un porcentaje de ellos delinquen, un 18%, son capaces al mismo tiempo de culpabilizar a los hombres  como género, porque   un 0,0003 %. de los mayores de 18 años. Esto no es serio. Mejor dicho es una injusticia. Es como sí porque algunos empresarios abusan de los trabajadores, se presentara la cuestión en términos legislativos y mediáticos, como si fueran “los empresarios” como “género” los abusadores. Eso es el marxismo-leninismo y el anarquismo. El feminismo de género los sustituye en el método: el chivo expiatorio, al que se refiere Rene Girard, convertido en clase social. De eso se trata.

Lejos de nuestra intención minimizar el problema del feminicidio y mucho menos eludirlo. Se trata de combatirlo situándolo en su realidad, evitando que los excesos y la saturación informativa generen más anticuerpos y más cinismo.  ¿Cómo no va a haber machismo si la pornografía lo ha invadido todo, hasta a los niños de diez años, ante la mirada impávida de los políticos? ¿Con qué ojos mira a las mujeres un putero redomado, que vive en un país donde la prostitución campa a sus anchas? ¿Por qué está fuera de agenda el estudio de los perfiles de los casos de homicidio y de violencia? ¿Por qué no escandalizan estas contradicciones gravísimas, pero se censura y descalifica toda crítica a una ley que a muchos nos parece negativa?

Eso también forma parte del debate que se elude.

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  • […] El feminicidio de la pareja es un tema político de primera magnitud por los recursos públicos que se aplican y por su dimensión mediática. Todo ello a pesar de su escasa incidencia cuantitativa. 52 víctimas este año sobre una población de 18 millones de mujeres de 18 y más años no constituye un problema estructural,sino el resultado de patologías personales por parte de hombres que encuentran la solución a su fracaso en el homicidio del otro. Leer más. […]

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  • […] El feminicidi de la parella és un tema polític de primera magnitud pels recursos públics que s’apliquen i per la seva dimensió mediàtica. Tot això malgrat la seva escassa incidència quantitativa. 52 víctimes aquest any sobre una població de 18 milions de dones de 18 i més anys no constitueix un problema estructural, sinó el resultat de patologies personals per part d’homes que troben la solució al seu fracàs en l’homicidi de l’altre. Llegir més. […]

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