La intervención turca en el norte de Siria controlada por las milicias kurdas ha provocado varios cientos de muertos y obligado medio millón de civiles a desplazarse. A pesar de una tregua inicialmente pactada con el secretario de estado norteamericano Mike Pompeo, finalmente no han sido los Estados Unidos sino Rusia quien parece haber conseguido el compromiso de Ankara de detener la ofensiva.
El martes se anunció un acuerdo bilateral entre Turquía y Rusia por el que las milicias turcas del YPG serían forzadas a retirarse 20 millas de la frontera con Turquía. Si en una semana los combatientes kurdos no se retiran, Rusia y Turquía iniciarán patrullas conjuntas en la zona. Se trata de un acuerdo similar al concluido con los Estados Unidos antes del inicio de la ofensiva.
Política y geoestratégicamente es una victoria de Turquía sobre los Estados Unidos, pero es más aún una victoria de Rusia. Moscú se confirma como el actor global decisivo en territorio sirio, el único capaz de hacer ceder los rebeldes islamistas sirios y sus aliados turcos.
El lunes, un gran convoy militar estadounidense atravesó la frontera con Irak en retirada del norte de Siria. Un hecho de importantes repercusiones sobre el terreno que tiene además una fuerte carga simbólica: los Estados Unidos abandonando el aliado kurdo, que ha sido clave para frenar y hacer retroceder Estado Islámico.
¿Por qué los rusos han logrado convencer a los turcos, y los norteamericanos en cambio han fracasado? Sencillamente, porque para Rusia, Siria ocupa una plaza elevada en la lista de intereses nacionales. No sólo eso, sino que además Rusia ha desplegado, desde su intervención a gran escala a finales de 2015, los medios necesarios para obtenerlos.
El objetivo estratégico de Washington en Siria, una vez confirmado el fracaso de la revolución contra el régimen de Bashar al-Assad, se ha limitado a exterminar Estado Islámico. Tanto Obama como Trump atribuyeron los medios necesarios para conseguirlo. Y entre estos recursos, figuran los kurdos sirios.
Parte de la administración norteamericana habría querido aprovechar el compromiso contraído con las milicias kurdas del YPG para obligar Assad a negociar la situación del norte de Siria. Pero esta prioridad no era compartida por todos en Washington.
Para los Estados Unidos, los kurdos sirios han sido desde el comienzo más un medio que un fin. A pesar de que su causa, guiada por una cierta apertura a los valores occidentales, genera simpatías en toda Europa y América, los Estados Unidos nunca dieron el paso para protegerlos ante rivales de talla importante, como Turquía.
La decisión norteamericana de abandonarlos una vez el peligro islamista parece alejarse (aunque habrá que comprobarlo con el tiempo, ya que Erdogan es aliado de los rebeldes islamistas de la zona), evidencia que es Moscú y no Washington quien reina en Siria. Algo que no debería sorprender teniendo en cuenta las inversiones masivas y los medios desplegados por Putin. El actor con quien Ankara siente la necesidad de negociar no es pues Washington sino Moscú.
De rebote, el actor que es capaz de proteger a los kurdos sirios no es Washington, sino Moscú. Pero Putin sólo lo hará en la medida en que sea útil para asegurar el control de Assad sobre el norte de Siria.
Moscú espera por otro lado cobrar a Al-Assad por todos los favores hechos desde el 2015. Y el dictador sirio no tendrá otro remedio que devolverle, ya que le debe prácticamente la vida a Putin en sentido literal.
2 Comentarios. Dejar nuevo
Gracias a Dios que ya no solamente es EEUU el único protagonista en la escena mundial.
Bienvenido el nuevo actor global decisivo: Rusia. Basta ya del dominio de EEUU. Y por cierto, sobre lo del dictador sirio, consulten al pueblo sirio, no a los que reciben ayuda de EEUU para derrocar al gobernante; consulten a los misioneros que han vivido la guerra en Siria, y no nada más los medios de comunicación.